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CATALINA GARCÍA
Viernes, 4 de marzo 2022, 01:00
Bombas y muertos son las palabras que más repite la familia de Oleg Lisovskyy, tres mujeres y un niño de cinco años, al aterrizar en Fuerteventura y terminar su huida de la crueldad de la guerra de Ucrania. «Putin bombardea escuelas, hospitales, guarderías, viviendas. Las bombas empiezan a caer desde las cuatro de la mañana y no paran, sólo dejan muertos y muertos».
Vestido con la blusa tradicional ucraniana de color negro, por el sufrimiento de su país, el ciudadano ucraniano residente en Puerto del Rosario desde hace 22 años viene cargado de banderas y de una mezcla de dolor por una guerra que no cesa y de alegría porque ha logrado salvar a su familia. «Me ha costado muchísimo traerlas: en dinero y en nervios». Las tres mujeres y el niño subieron a un coche en Vinnitsa, dejando atrás al marido y padre, un civil que se enfundó en el uniforme militar para defender a su país. Tres días más tarde, llegaron a la frontera y por fin arribaron a Praga».
Oleg les compró unos primeros billetes a Barcelona, pero suspendieron el vuelo porque los había adquirido como turistas y ahora son refugiados. «Todos los billetes ahora son para los ucranianos en Praga que van al frente».
Ha transcurrido una semana desde que dejaron atrás la guerra, pero Oleg todavía recuerda emocionado cómo su cuñado le pidió que cuidara de su hijo por él. «Ahora está en Kiev, peleando contra los rusos. No tenemos noticias suyas por seguridad militar, aunque le mandamos mensajes y vemos cómo los lee, por eso sabemos que está vivo».
Oleg vino acompañado de su nieta Sofía, que ayer cumplía once años, su mujer Iryna y su Iuliia. Los cuatro de repente se precipitan a la puerta de llegadas y gritan. El niño se llama Daniel y las tres mujeres se llaman Ludmila: Ludmila Cherba, de 84 años, suegra de Oleg, que nunca se creyó que iba a vivir dos guerras, la Segunda Guerra Mundial y la ofensiva rusa; Ludmila Rozhik madre y Ludmila Roshik hija. La madre, y esposa que dejó a su marido en el frente, es la que más habla, en un ucraniano del que se puede entender sólo dos palabras: Hitler y Putin. «Me duele mucho. Hay muchísimos muertos, las bombas no dejan de caer. No esperábamos una guerra, los rusos eran como hermanos para nosotros».
Se despide llevándose la mano al corazón: «Gracias, España».
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