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Los canarios regresan a casa sanos y salvos. Cober
Terremoto en Marruecos

«Mamá, papá, estoy viviendo un terremoto y tengo mucho miedo»

Los canarios regresan a casa sanos y salvos tras unos días repletos de incertidumbre, angustia y falta de información

Javier Sheng Pang Blanco

Las Palmas de Gran Canaria

Domingo, 10 de septiembre 2023

En muchas ocasiones la vida se define por estar en el lugar correcto en el momento adecuado y otras veces, por no estarlo. Así se tienen que sentir seguramente Gabriel y Nerea, dos residentes grancanarios que esquivaron el pasado viernes por la noche lo que podría haber sido una tragedia mayor, cuando decidieron regresar caminando al riad en el que se hospedaban en Marrakech cinco minutos antes de que el terremoto de 7,2 grados de magnitud en la escala Richter devastara gran parte de la ciudad.

Antes de decidir marchar al riad, se encontraban en la plaza Jemaa el-Fna, centro neurálgico de la ciudad, donde minutos después de abandonarla, caería el minarete de la mezquita Koutoubia, del siglo XII, destrozando todos los vehículos allí aparcados. Afortunadamente, nunca sabrán las consecuencias que tendría haberse quedado cinco minutos más en esa plaza.

Tras dos noches llenas de ansiedad e incertidumbre, durmiendo en la calle, ambos aterrizaron sanos y salvos ayer en el aeropuerto de Gran Canaria alrededor de las 12:30 horas del mediodía. Allí les esperaban familiares y amigos, todos visiblemente emocionados por la llegada de sus seres queridos.

En un intento por reproducir las sensaciones que recorrieron su cuerpo en el momento del terremoto, Nerea describió como al entrar en el riad, vio como «se estallaron las vasijas, se rajaron las paredes» y no pudieron acceder a su alojamiento. «Hemos pasado las últimas dos noches enteras durmiendo en un campo de fútbol». Allí no estuvieron solos, acompañados por todos los huéspedes de esa residencia. Durante esas dos Nerea y Gabriel comieron lo que pudieron, «no habían establecimientos abiertos de comida ni tiendas donde poder comer, muy pocos taxis ni tuk tuks en lo que poder desplazarse, fue horrible», sentenció.

Sobre como vivió su familia la tragedia, Nerea reconoció que al principio no sabía si informarles personalmente, consciente de que desde la distancia poco iban a poder hacer para ayudarla. «Yo no sabía si llamarlos o no porque ellos desde aquí no iban poder ayudarme». Nerea también confesó que le «daba apuro» llamar para decirles: «Mamá, papá, estoy viviendo un terremoto y tengo mucho miedo». Finalmente, optó por realizar la llamada, temerosa de que se enteraran por las noticias y pensaran que le hubiese pasado algo y ellos sin saberlo.

En medio del caos Nerea y Gabriel intentaron por activa y pasiva ponerse en contacto con el consulado español de Casablanca. «Estuvimos una tarde entera y parte de la noche llamando a un número de emergencia y no nos cogían el teléfono». Sin embargo, al día siguiente, corrieron con más suerte. «Por fin respondieron el teléfono, nos cogieron los datos y pudimos viajar hoy». Asimismo, informó de que finalmente volvió en el vuelo que originalmente había reservado, en un momento «tenían la idea de aplazarlo pero después de rellenar y firmar un montón de papeles nos dejaron volver».

De camino al aeropuerto de Marrakech, la travesía fue «horrible». Al estar durmiendo en un campo de fútbol dentro de la propia residencia, separado de las edificaciones, no eran conscientes de que muchas familias estaban durmiendo en parques. «Nosotros no lo sabíamos porque no salíamos. La Medina se vino abajo, justo enfrente nuestra y había mucha gente durmiendo en los escombros alrededor de ella pensando que ya eso no se iba a volver a caer». La situación en la calle era desoladora dado que, «cuando salimos por fin para dirigirnos al aeropuerto vimos niños, personas mayores y con diversidad funcional tirados», forzados a dormir en la calle.

Los canarios llegan sanos y salvos. Cober
Imagen principal - Los canarios llegan sanos y salvos.
Imagen secundaria 1 - Los canarios llegan sanos y salvos.
Imagen secundaria 2 - Los canarios llegan sanos y salvos.

Su acompañante, Gabriel calificó los eventos como un «desastre. Estábamos volviendo de la plaza, cuando entrando por la puerta, pasó todo, empezó a moverse todo, la gente saliendo a la calle, estuvimos a cinco minutos de que nos cogiera en la plaza, que es justo donde se derruyó todo». Gabriel señaló que las paredes del riad «estaban agrietadas» y que solo se permitía el acceso al riad para «lo justo, ducharte y poco más, no te dejaban quedarte a dormir porque no era seguro por si venía una réplica».

En cuanto a si recibieron ayuda de las autoridades de la zona, Gabriel confesó que «la información no era mucha. Donde nosotros estábamos no hubo ni policía, ni autoridades. Gracias a una señora que sabía bastante español pudimos defendernos por la zona».

Los abrazos, cargados de emoción. Cober

30 segundos que dejan mínimo 2.122 muertes y 2.421 heridos

Una escasa porción de tiempo bastó para acabar con la vida de al menos 2.122 personas -es la cifra tras el último recuento-, dejar muchos más heridos (2.421) y destruir un número incalculable de edificios. Pocas regiones se libraron del cruento temblor, uno de los mayores de la historia del país alauí y que también pudo percibirse en la mitad sur española, Canarias, Portugal y Argelia.

Otro par de afectados fueron Remigio y Carla, que también estaban recién salidos del Zoco cuando todo ocurrió. Remigio comentó que durante los primeros temblores «notamos algo pero no le dimos importancia pero a los segundos sí que empezamos a notar como zarandeaba el suelo y las farolas se movían». Tras finalizar el terremoto, ambos se «quedaron como mareados», una sensación que aseguró que «nunca había sentido, algo súper raro. No fuimos conscientes de lo que estaba pasando hasta que vimos a la gente bajarse de los coches, a salir corriendo de los hoteles».

Remigio destacó que lo más impactante fue sentir como el suelo «subía y bajaba», junto con una «nube de polvo», a la que por momentos confundieron con «un disparo», por el estruendo tan fuerte que se había escuchado. Remigio relató que «estuvimos hasta las 04:00 de la mañana en la calle» y «a esas horas se veían cosas raras, fue una situación rara, sin saber el idioma y con mucha falta de información».

A diferencia del resto de testimonios está el caso de Alejandro, que en el momento de los temblores ya se encontraba descansando junto a su pareja en un hotel, por lo que su primera reacción fue de no saber que estaba pasando y que «esperaron» a que terminara el terremoto para vestirse y salir de ahí». Al bajar a la calle, el caos era total, «con gente local y turistas que se querían marchar. La experiencia fue dramática, la gente estaba muy nerviosa. Hubo una segunda réplica, que ya fue mucho menor. Los locales no paraban de estar al teléfono preguntando a sus familiares si estaban bien».

Al día siguiente, Alejandro se enteraba por las noticias que la situación había sido mucho peor en las periferias de la ciudad, donde las construcciones son de materiales más débiles como el barro y el adobe. Además, mencionó que, «trabajadores y vecinos de la zona se encargaron de tranquilizar a los turistas, informando de que no había escombros ni daños mayores en esa zona».

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