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Marcos García Montes se convirtió en el abogado de la familia en el año 2019. Alfaquí

Caso Yéremi, el podcast

Marcos García: «Creo que tenemos las cartas que dan lugar a una sentencia condenatoria»

CANARIAS7 realiza un repaso por uno de los casos sin resolver que más ha consternado a la sociedad canaria, a través de las voces de sus protagonistas y 17 años después de la desaparición del niño de Vecindario

Dánae Pérez y Francisco José Fajardo

Las Palmas de Gran Canaria

Jueves, 18 de julio 2024, 14:37

25. Es el número de velas que hubiera soplado Yéremi Vargas este jueves 18 de julio. Lleva en paradero desconocido desde el 10 de marzo de 2007. Se le perdió la pista en Los Llanos, Vecindario, cuando tenía tan solo 7 años. Se trata de uno de los casos sin resolver que más ha consternado a la sociedad canaria, dejándole una herida abierta que se resiste a cicatrizar.

Su madre, Ithaisa Suárez, lleva en el rostro y sobre los hombros el peso de vagar por casi dos décadas sin saber nada de su hijo mayor —tiene tres más: Aidan, Alan y Aday—. Piensa, a menudo, en el hombre en el que se hubiera convertido su Yeri: «Me lo imagino muchas veces. Me lo imagino como un chico parecido a su hermano Aidan, con la actitud de que le gustaba mucho el deporte. Él decía que iba a ser profesor de artes marciales, que quería tener su propio gimnasio. Le gustaban Bruce Lee y Jean-Claude Van Damme».

El niño, aquel fatídico invierno, jugaba con sus primos en el solar contiguo a su casa. Era sábado. Alrededor de la una y media de la tarde. La abuela se asomó a la ventana para anunciar la hora del almuerzo y todos acudieron a la llamada, excepto él.

Ese momento quedó grabado a fuego en la memoria de Ithaisa, quien reconoce que, en aquellas primeras búsquedas en los alrededores de su vivienda, pensó en un nombre: Sara Morales, la niña de 14 años desaparecida en julio de 2006, en Las Palmas de Gran Canaria. Otro golpe del que aún se duele la población isleña. «No sé por qué me vino a la cabeza; pensé, 'es lo mismo'. El niño no se iba con nadie, no tenía ningún amiguito fuera», evoca.

Ithaisa Suárez en uno de los momentos de la entrevista. Cober

Vecindario, entonces, vestía un disfraz. Celebraba su día grande del carnaval: la cabalgata. De inmediato, se alertó al dispositivo de seguridad desplegado para el evento, por si Yéremi se hubiera acercado con un amigo. Una hipótesis que se descartó rápidamente.

Luis Campos era el concejal de Seguridad de Santa Lucía de Tirajana en aquellos tiempos. Recuerda que tenía confianza en que el caso se resolviera pronto, pero la preocupación se agigantaba con el corre, corre del reloj. Fue total, una vez cayó la noche. «Pasamos a activar otros mecanismos de control, incluso el servicio de la limpieza o de recogida de basuras. Sé que esto suena fuerte, pero pedimos que tuvieran muchísimo cuidado, que revisaran los contenedores, que miraran absolutamente todo, por si acaso», apunta.

«Se había perdido uno de los nuestros»

El fatal acontecimiento marcó un antes y un después en el archipiélago. Gran Canaria se volcó con la búsqueda de Yéremi. No quedó comercio, vivienda o coche sin el rostro del pequeño, con su sonrisa eterna, entre pilla y tímida, y sus características gafas. Se improvisaron batidas ciudadanas multitudinarias y se organizaron otras.

José Suárez, conocido por todos como Pepe, abuelo materno del pequeño, se convirtió en la imagen de aquellas búsquedas «con toda la pena del mundo». «De mi casa se llevaron una joya, se llevaron un ser querido, que lo queríamos a muerte. De buenas a primeras, que venga un sinvergüenza de estos y te lo quite... Fue el mayor palo que nos ha dado la vida», aduce 17 años después de poner patas arriba la isla en busca de su nieto.

Silverio Matos, que era entonces el alcalde de Santa Lucía de Tirajana, recuerda el coraje de Pepe y sus caminatas infatigables por los lugares más inhóspitos de la isla: «Uno lo admira, porque ese hombre era el primero que se echaba a la calle, se mandaba una botella de agua y empezaba a caminar, a caminar y a caminar, coordinado con otra gente, pero él solo también».

Luis Campos calcula que se imprimieron más de 100.000 carteles de Yéremi, que atravesaron no solo las fronteras de Gran Canaria, sino que también del archipiélago. Todavía hoy perduran en algunos rincones de las islas.

El exconcejal de Seguridad resume, en pocas palabras, la explosión de solidaridad que supuso el caso: «Yéremi Vargas fue un niño que desapareció, pero fue toda una expresión de unidad de todo un pueblo, y esto lo extiendo a España, pero fundamentalmente a todo el pueblo canario. Allí no se había perdido un niño en Santa Lucía, se había perdido uno de los nuestros, un niño nuestro».

La investigación

El movimiento ciudadano fue masivo, sin precedentes, pero el despliegue de medios no se quedó atrás. Se sumaron montañeros, militares, perros adiestrados, buzos de la Guardia Civil y hasta policías especializados en desapariciones venidos desde la península. La búsqueda se desarrolló por aire, tierra y mar en aquellos primeros días. El objetivo era claro: ganarle la carrera al reloj.

Pepe Suárez, abuelo materno de Yéremi. Cober

«De verdad que estábamos sorprendidos por el despliegue que había no solamente a nivel municipal, con medios de Protección Civil y Policía Local, sino que la Guardia Civil ahí se implicó muchísimo, que fueron quienes trajeron todos esos medios especializados», sintetiza Silverio Matos.

Alejandro Rodríguez fue el investigador de la Guardia Civil que vivió más de cerca el caso; estuvo 15 años vinculado a él. El ritmo de trabajo, a lo largo de los años, ha sido frenético.

En los primeros meses, se sucedieron los interrogatorios a familiares, allegados y vecinos. Las llamadas informando sobre que el niño había sido visto en difeferentes puntos de la isla no cesaban y se cotejaban, uno a uno, todos los datos que iban llegando. Incluso, las teorías de quienes se hacían llamar videntes. «Se trabaja con la posibilidad de que alguien da una información que puede ser cierta, ocultándose en el tema de los videntes», matiza.

Silverio Matos, exalcalde del Ayuntamiento de Santa Lucía de Tirajana. Juan Carlos Alonso

Los focos de los agentes se dirigieron, en primera instancia, a la familia. Un procedimiento habitual de acuerdo con el investigador de la Guardia Civil, ya que «son los últimos que están con el menor desaparecido». Esa línea de investigación se acabó descartando y se reforzó otra: la del crimen sexual.

Los agentes contaban con indicios que apuntaban hacia una persona: Antonio Ojeda Bordón, más conocido como el Rubio, pero no fue hasta 2012, a raíz de otro caso de abusos a un menor, que pudieron relacionarle directamente con la desaparición de Yéremi.

Un único sospechoso: el Rubio

El Rubio fue condenado en 2015 a 5 años de prisión por la agresión sexual a un niño de 9. En la causa que sigue abierta por el caso Yéremi, figura como único investigado por un presunto delito de homicidio. No lo ha confesado de manera explícita, pero sí ofreció detalles inéditos del joven Vargas a un preso de confianza; información que no había trascendido al gran público, pero que sí conocían los agentes y la familia.

«Dio datos que no se habían participado de la opinión pública y medios de comunicación, si dio esos datos que no los hemos publicado, más nos convencíamos nosotros de que pudiera tener algo que ver con lo de Yéremi, y así lo trasladamos a la autoridad judicial», señala Alejandro.

El investigador del caso Yéremi de la Guardia Civil Alejandro Rodríguez. Juan Carlos Alonso

Para el investigador, el caso Yéremi, que sigue en manos de la autoridad judicial, está resuelto policialmente. «Si no hubiésemos tenido los indicios necesarios y la certeza de que era él, no lo hubiésemos presentado a su señoría. La Guardia Civil, si no tiene la certeza, no camina», puntualiza.

La irrupción de Marcos García Montes

Marcos García Montes se convirtió en el abogado de la familia en el año 2019, después de que el magistrado diera por cerrada la causa del joven Vargas. Logró la reapertura en 2021, casi 15 años después de la desaparición del niño, solicitando centrar la investigación en Antonio Ojeda. «Si el Rubio se ubica en el lugar de los hechos, si falta a la verdad diciendo que fueron unas terceras personas, si dice que el niño tenía la cara azulada, si está el testigo que dice que le vio y está claro que el coche era el de él, que él estuvo allí, por lo menos tiene que hablarse de un procedimiento por detención ilegal», especifica.

Pone de ejemplo el caso de José Bretón, condenado a 40 años de cárcel por asesinar a sus hijos Ruth y José, de 6 y 2 años, en el que, primero, se le imputó por un delito menor. «Bretón estuvo imputado por detención ilegal o secuestro, hablando en términos del pueblo llano. Si aparecieran, como en el caso Bretón, huesos del menor, sería ya asesinato. Ahora, en lo que respecta al Rubio, estamos en detención ilegal», aclara.

Marcos García Montes, abogado de la familia de Yéremi Vargas. Alfaquí

García Montes se encuentra a la espera de unos dictámenes clave que pueden dar un giro a la instrucción de la causa: «Soy optimista, porque creo que tenemos las cartas que dan lugar a una sentencia condenatoria».

«Estoy pensando en abandonar»

A la espera de la Justicia, Ithaisa se desnuda. Confiesa que no conoce lo que es la felicidad. Lleva 17 años sin paladearla. «Solo me acuerdo de sentir lo que es el término felicidad antes de la desaparición de mi hijo Yéremi», manifiesta.

Su padre, Pepe, comparte esta postura y verbaliza la crudeza que supone no poder iniciar, siquiera, el duelo por su nieto: «A mí se me murió mi padre, mi madre, y yo me hacía a la idea, pero... No, el niño no... Ni está vivo ni está muerto».

La lucha por saber dónde está Yéremi y por que se haga justicia por su desaparición se ha vuelto especialmente dolorosa para uno de los miembros de la familia: su hermano Aidan, quien presenció desde bien pequeño toda la crudeza del caso.

Ithaisa escucha atenta a su padre, Pepe, durante su entrevista. Cober

Aidan, ese nombre del que a Ithaisa le cuesta desprenderse y que la ha llevado a replantearse su rumbo: «El chiquillo sufre todo lo del hermano desde pequeño; él ha escuchado todo y le ha repercutido en la vida. Me siento culpable por su situación y si no sale lo que tiene que salir, no voy a seguir adelante. No voy a seguir, me tengo que retirar».

«Hemos sufrido mucho viéndolo sufrir a él, con esos daños colaterales. A mí esto me ha comido por dentro total, de hecho, estoy pensando en abandonar el tema de Yéremi para luchar por lo que tengo», sentencia.

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