Un tratamiento poco invasivo sanará el grabado rupestre en Agüimes
Arqueología ·
Tras varias catas para identificar el material con el que fue dañado, un equipo de restauradores limpia los dibujos repasados con rotulador | Buscan actuar sin que se note
Cinco o más siglos de historia manchados, nunca mejor dicho, por algo tan simple como un rotulador. Un equipo de restauradores de la empresa Tibicena, contratada por el Cabildo, trata estos días de devolver a dos paneles de grabados rupestres, uno de ellos de factura aborigen, ubicados ambos en Agüimes, la esencia perdida por una gracia, una maldad o una acción bienintencionada. El fin, como el orden de los factores, no altera el daño, o sea, el producto. El yacimiento ha sido alterado y ahora estos especialistas no solo buscan limpiarlo, sino que tampoco se note que lo han hecho.
Javier Velasco, inspector de Patrimonio Histórico del Cabildo, que es la institución que vela por estos enclaves arqueológicos, explica que, tras varias catas y varias pruebas para determinar el alcance y el tipo de daño producido, se decidió finalmente aplicarle un tratamiento poco invasivo, pero igualmente efectivo para restaurar estos dibujos.
En principio, primero se hará una limpieza con alcohol para retirar la tinta impregnada y después se usará tierra del entorno para reducir el impacto que deja ese saneamiento en la piedra y devolverle la pátina natural que pueda perder. Velasco apunta que se estuvieron barajando varios productos, pero que al final se optó por el alcohol porque, además de inocuo para el basalto, se evapora rápidamente.
Como ya detalló el Cabildo en un primer momento, el autor del atentado subrayó con un rotulador siluetas distribuidas en dos paneles distintos sobre piedra. En uno de ellos se despliegan ocho de tipo antropomorfo y de época prehispánica, de al menos cinco siglos de antigüedad, de las que se vieron afectadas seis. En el otro, por su parte, fue alterado el dibujo de un barco, practicado probablemente por un pastor de la zona en algún momento entre los siglos XVII y XVIII, a tenor del tipo de velamen y estructura de la nave representada.
Las restauradoras Sara Bosch y Denise Echegaray, junto al arqueólogo Félix Mendoza, empezaron por el panel del barco, un grabado practicado mediante incisión profunda. Esta técnica hace que la línea del dibujo sea más fina o estrecha, por lo que, por muy quirúrgica y precisa que sea la aplicación del alcohol, su radio de acción se notará en la superficie que bordea a esas rayas. Por efecto de la limpieza quedará algo más blanquecina o grisácea, de ahí el tintado natural posterior con tierra del entorno. «En poco tiempo recuperará la pátina que tenía», apunta Velasco.
En cambio, parece que la limpieza se notará menos en el otro panel, cuyas figuras tienen un trazo más grueso al haberse realizado mediante la técnica del picado. En principio, Velasco prevé que en unos días quede todo restaurado.
De forma deliberada se omite el nombre y la localización del yacimiento para contribuir a su protección, que, como recuerda el Cabildo, viene determinada por su consideración de Bien de Interés Cultural, como todos los grabados.
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