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La situación de Teresa Rodríguez es desesperante, límite. Malvive en una vivienda de protección oficial en el barrio capitalino de Casablanca 3 sin ingresos ni agua caliente. En paro desde 2006, el único dinero que entra en el hogar es la pensión que le corresponde a su hijo, de 35 años, por la discapacidad del 94% que padece. Y es precisamente la vuelta a casa de manera permanente de su retoño lo que ha recrudecido su situación.
Porque hasta hacía unas semanas él pasaba buena parte del tiempo en el CAMP San José de Las Longueras. Sin embargo, por culpa de la covid este recurso ha tenido que cerrar su centro de día y ahora el joven pasa las 24 horas al cuidado de su madre. «Yo así no puedo vivir, sufro ataques de ansiedad y apenas duermo», se lamenta Teresa, quien no puede buscar trabajo ni moverse al tener que cuidar de su hijo mañana y noche. No entiende que hayan cerrado el centro aún teniendo las tres vacunas puestas sus usuarios y reclama ayudas para atenderlo. «No tengo derecho a nada porque necesito cotizar a la Seguridad Social, pero ahora con mi hijo en casa todo el tiempo, ¿qué voy a hacer?», se pregunta entre sollozos esta mujer a la que se le acumulan los recibos y no tiene con qué afrontarlos.
Lleva tanto tiempo pasándolo mal que ha salido varias veces en los medios reclamando soluciones para poder vivir con un mínimo de dignidad, pero hasta ahora lo único que ha logrado es caridad esporádica de desconocidos que descubren por el periódico su precaria situación y, sobre todo, el respaldo continuo que le da su vecina del sexto, María. «No sé el tiempo que voy a aguantar así, por no tener no tengo ni teléfono ni microondas», añade.
Aunque lo que de verdad la tiene en un sinvivir continuo es no poder ofrecerle a su hijo lo que necesita. «Lo saco al parque y a dar paseos, pero de resto está en casa sin hacer nada y eso es algo que me supera», explica Rodríguez, que pide a gritos un recurso que atienda a su retoño como se merece y que este no se pase los días enteros encerrado en casa sin ninguna actividad. Y es que, si no ha bajado los brazos hasta ahora es, precisamente, por él. Porque ella es lo único que tiene. Pero el límite, lamentablemente, está cerca. Más que nunca.
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