
Operación pardelas: al rescate de 2.000 pollos
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Grupos organizados de voluntarios colaboran con el Cabildo para evitar la muerte de miles de estas aves en su primer vueloTelma no le quita ojo. Cuando ya casi todos le perdieron la pista a la pardela cenicienta, esta niña la tiene fijada a su mirada. Apenas un punto blanco en el oscuro cielo de la noche. Ella es la vigía del grupo de voluntarios que se concentra junto a la rotonda de entrada a Moya por la GC-2, entre San Andrés y El Altillo.
Lo hacen cada noche, a partir de las siete o siete y media de la tarde, durante los días que dura la campaña que promueve el Cabildo, a través del Centro de Recuperación de Fauna Silvestre y bajo la batuta de su director, Pascual Calabuig, para evitar que cientos de pollos de esta especie emblemática, 'Calonectris diomedea borealis', caigan y mueran en su primer vuelo. Este año dura del 23 de octubre al 10 de noviembre.
La cifra promedio de rescates cada año es de 2.000 pollos. Un grupo organizado de voluntarios se coordina para evitarlo, unos colaboran directamente con el Cabildo, otros a través del colectivo Amigos de las Pardelas.
Eva Cancelo es científica marina y lleva tres años involucrada en este movimiento ciudadano altruista, en este caso, de la mano directa del Cabildo. «Soy autónoma y me quito todo el trabajo para estas fechas». Marta Tapia, otra fija de este grupo, se coge incluso las vacaciones para dedicárselas a las pardelas. Junto a Fany Suárez y sus hijas Mar y Telma, de El Altillo, pasan las tardes-noches en el aparcamiento junto a la rotonda donde desemboca el barranco de Azuaje, uno de los que usa esta ave para anidar en la isla.
¿Y por qué aquí? Porque aquí pillan a las pardelas en su primer vuelo camino al mar, que es su destino. Esta ave pasa la mayor parte de sus 40 años de vida en el mar. Solo viene a tierra para reproducirse. Cada pareja de las 5.000 que anidan en Gran Canaria pone un pollo y estos días, ya solos, sin sus padres, salen de sus huras o nidos, ubicados en cuevas en cantiles, la mayoría cerca de la costa, y se estrenan en el vuelo.
Les guía el haz de la luna en el mar, pero no siempre lo encuentran. No les deja la contaminación lumínica de farolas, letreros comerciales e instalaciones deportivas o portuarias. Para colmo, este año les ha pillado luna nueva, es decir, se quedan sin su luz de guía natural, por lo que es más fácil que se desorienten y se caigan. Son duros, la mayoría sobrevive, pero en tierra son muy torpes y pueden acabar muriendo o siendo pasto de gatos o perros, de ahí que haya que rescatarlas y soltarlas al clarear el día.
Eva y Fany no se lo creen. Tras tantos años de lucha, han logrado convencer al restaurante Pepe Chiringo para que apague sus luces exteriores. Después se animó también la gasolinera de enfrente, la de Hexagon. Moya dejó a oscuras el parque infantil de la plaza de El Pagador, el Cabildo ha atenuado la intensidad de las farolas de la GC-2 y Puertos Canarios, a partir de las 22.30 horas, apagó la mitad de las luminarias del muelle de Agaete. Calabuig subraya otra colaboración, que quiere agradecer expresamente. Fred Olsen entra estos días apagado al puerto de Agaete, un punto crítico para las pardelas. Solo en una noche caen 50 o 60.
Apenas pasan unos minutos de las 20.00 y Eva recibe una alerta en su móvil. Se organizan en un grupo de Telegram. Han dejado un pollo en la casa-cuartel de la Guardia Civil de Arucas. Un retén de voluntarios se queda en la desembocadura del Azuaje. Ella acude a buscarla. «Es un macho. Está fuerte como un toro». Se alegra. Sabe que al día siguiente saldrá volando solo, a la primera, como la mayoría. Solo unos pocos necesitan ayuda.
30.000
pollos de pardelas han sido rescatados en los últimos años gracias a estas campañas que activa Fauna Silvestre del Cabildo, calcula Calabuig, que ensalza la labor de los voluntarios.
Mar, hija de Fany, explica qué hay que hacer si uno se encuentra una pardela. «Primero, no alejarte de ella; segundo, comprobar que esté en un sitio que no corra peligro o se dañe». Y tercero, echarle una tela por encima (una toalla, una prenda de ropa, lo que sea) para que se tranquilice, cogerla por la parte de atrás y depositarla en una de las cientos de cajas que el Cabildo ha repartido por toda la isla para luego entregarla a los voluntarios, a Fauna del Cabildo o a Policía Local o Guardia Civil. Tampoco hay que darles nada. Ni agua.
A la vuelta de Arucas, Eva decide hacer labores de rastreo. Se dirige al campo de fútbol de Bañaderos, una trampa de luz que, paradójicamente, se convierte en un agujero negro para las pardelas. Dicho y hecho, apenas entró y ya había un pollo sobrevolando, encandilado, las instalaciones.
95%
de las aves rescatadas sobrevive. En la isla se estima que caen en su primer vuelo el 40% de los pollos de las 5.000 parejas que anidan en la isla.
«Dan vueltas y vueltas, hasta que se cansan y caen», explica Calabuig. El ave se pasa varios minutos así. Bajo ella, decenas de deportistas entrenan ajenos al drama de la pardela. Aquí entrenan el Arucas de 3ª RFEF, el regional del Bañaderos regional y los juveniles del Goleta, según explica José Ángel Díaz Armas, el presidente del CD Bañaderos, un colectivo que, en sí mismo, es un gran voluntario.
«Aquí el año pasado rescatamos más de 40», explica Díaz, más conocido como 'el vainilla', que muestra, junto a Daniel Auyanet, el arsenal de cajas que tiene almacenadas en una sala del estadio. Hacen falta. Estando Eva allí cayó un segundo pollo. Y ellos ya tenían otro. El primero acabó en la pista de pádel. Uno de los allí presentes sabía cómo actuar, lo cogió y se lo entregó a Daniel, que llegó con su caja.
En Agaete, otro grupo de voluntarios, esta vez coordinado por Amigos de las Pardelas, hace guardia en el muelle. Entre ellos está José Falcón, encargado este año del pardelófono. Él recibe los avisos y en función de donde esté el animal, activa a un voluntario. Los dos grupos tienen uno que hace esta función. Por la mañana ese servicio lo hace Fauna del Cabildo. Por la tarde les toca a los voluntarios.
«Debemos tener más de 100 por la isla», cuenta José. Ha habido días que ha recibido más de 60 llamadas. Lleva 5 o 7 años involucrado. Se enganchó por otros compañeros de su barrio, en Bañaderos. Este día se vino a hacer noche nada más salir de trabajar. En este grupo también figuran otro veterano, Samuel Hernández, Guacimara Valencia y Miguel García, operario de Tagorock, empresa especializada en trabajos verticales contratada por el Cabildo para la campaña. Es Miguel quien dirige, junto a Samuel, la segunda ronda de la noche por los pilones del muelle.
En Agaete caen decenas, y eso pese a los esfuerzos del Ayuntamiento, que en esta campaña se ha implicado especialmente, como explica la edil de Medio Ambiente y Bienestar Animal, Noemí del Rosario. Gracias a un trabajo conjunto con Deportes y Alumbrado, ha apagado estos días las luces de parques y canchas. Así y todo, las hay que caen. Miguel cuenta que en la noche anterior 42, más 5 que acabaron heridas y 2 que murieron.
Daniel Acosta, otro voluntario de la zona norte, pensó que la que encontró en la carretera bajo el Puente de Silva se hirió tras la caída y la llevó a Fauna, donde la tratan y la curan. «Intenté que volara y no lo conseguí». Hace dos años que dedica estos días de su vida a las pardelas, como el resto de voluntarios. Él la lleva tatuada en un brazo. Eva le pone palabras a este sentimiento. «Es un animal especial, se recorre el mundo y siempre vuelve aquí, es un canario más, ¿cómo no le vamos a ayudar?».
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