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Clausurada tras una puerta metálica en la que lucen las pegatinas de grupos ultras de equipos de fútbol extranjeros, se encuentra la calle más antigua de Las Palmas de Gran Canaria: la de San Martín. Ese angosto pasaje forma parte del conjunto del Solar Norte de la Catedral de Santa Ana, este sábado abierto durante una hora para la visita organizada por el servicio de Patrimonio del Cabildo para las diez personas más ágiles en solicitar plaza en la web del organismo.
Durante una hora esas puertas metálicas permanecieron abiertas para los que desde dentro tenía una visión única del origen de la ciudad y los curiosos que desde fuera se iban agolpando junto a la escalera accesoria colocada para la ocasión.
La apertura al público del solar norte de la Catedral es un viejo anhelo del Cabildo, que desde tiempo viejo negocia con el Ayuntamiento las concesiones administrativas necesarias para convertir ese espacio en un lugar de visita obligado para la ciudadanía palmense. Y para la foránea que más allá de la playa quiere conocer el lugar que visita.
Y es que en ese solar están representadas muchas de las corrientes urbanísticas que desde la Conquista han ido conformado la expansión de la capital. «Como decía un compañero este es el auténtico kilómetro cero de Las Palmas. Seguramente la iglesia y el hospital de San Martín sea, junto a la iglesia de San Antonio Abad, de las construcciones más antiguas de la ciudad. De esa urbe colonial de finales del siglo XV que se va transformando en los siglos posteriores. Aquí está la huella de los primeros pasos del establecimiento de los europeos en Gran Canaria», explica Xavier Velasco, arqueólogo e inspector de Patrimonio Histórico del Cabildo.
Las ruinas del solar norte muestran restos del conjunto original, formado por la iglesia y el primer hospital de San Martín. También se encuentran en la zona las ruinas de la plaza de Los Álamos, y en las distintas excavaciones que se han ido realizando allí han aparecido restos humanos que han sido trasladados al Museo Canario.
Nombres como los de Luján Pérez o Zuazo conforman el relato de los profesionales que han participado en las distintas recuperaciones del lugar a lo largo de sus más de 500 años de existencia. Por eso lo que allí se ve es un paisaje mestizo, conformado por las distintas formas de diseño urbanístico y técnicas constructivas de los últimos cinco siglos. «La perspectiva patrimonial es muy contemporánea. Lo que tenemos aquí, por suerte, es que no se ha derribado todo por completo sino que se iban amortizando diferentes estructuras o espacios, reaprovechando elementos constructivos y se superponían. Por eso la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria es una ciudad superpuesta», comenta Velasco.
Este sábado se convocó, tras dos años, una visita al yacimiento. Para un grupo reducido de apenas una decena de personas que no pudieron pasar del pórtico del XX, frontera en el lugar hasta que se desarrolle el modelo, similar al de la Cueva Pintada, en el que se puedan recorrer los distintos pasajes desde su interior. Más de 90 personas quedaron en lista de espera, alguna de ellas acudió por si había suerte pero no la hubo. Eso habla del valor del lugar. «Servirá como un elemento didáctico para que la población local o la escolar puedan conocer cómo fue su historia pero también como atractivo turístico. Este espacio tiene la posibilidad de dinamizarlo de muchas formas. Soy un optimista peligroso, de los que dice que los proyectos tienen que salir. Sobre todo porque tenemos una oportunidad única. Para conservar esto se podría tapar con algún otro tipo de construcción encima pero tenemos la oportunidad de aprender historia en un lugar que no solo se puede conocer a través de los museos sino de recorrer el subsuelo y reconocer esa parte de la historia», cuenta Velasco.
Entre esos restos está la calle de San Martín. Con su empedrado de 500 años, pegado a la fachada norte de la Catedral. El camino más antiguo de la ciudad vieja, por el que se podrá volver a pasar en un periodo de tiempo todavía por determinar. «Los procedimientos burocráticos son lentos y complejos porque, como sucede en este caso concreto, hay mucha normativa implicada. Todo eso se solventa con trabajo y buena voluntad», señala el inspector de Patrimonio.
Una espera que vive con mucha ilusión. «La idea es que en 2025 las visitas se produzcan mientras Tibicena –empresa responsable de la recuperación– esté desarrollando sus trabajos porque eso nos permitiría explicar las razones de que la arqueología tenga una serie de particularidades y su forma de trabajar. Lo mismo con el proceso de restauración de los restos. La posibilidad de interactuar con los profesionales e ir ampliando las zonas de acceso», señala.
Las Palmas de Gran Canaria es una ciudad que no conoce bien su historia y que trata de cambiar esa inercia construyendo sobre los recuerdos de su pasado.
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