Miguel Ángel Tabladillo, con su toga, en el despacho que ha ocupado los últimos años.C7
Tabladillo se jubila con honores
Tribunales ·
El letrado de Administración de Justicia dice adiós al Juzgado de Instrucción 7 después de dedicar «media vida a la que siempre será mi casa». Tramitó casos como el Crimen del Contenedor, Eólico, Kárate, Menas o el Mascarillas
Llegó destinado a la isla en noviembre de 2002 recalando en el Juzgado de Instrucción número 7 de Las Palmas de Gran Canaria como secretario judicial. Ahora, 21 años después recién cumplidos los 72 años, Miguel Ángel Tabladillo cuelga su toga de Letrado de Administración de Justicia (LAJ) y dice adiós a la que ha sido su «segunda casa», como él mismo la califica. Por sus manos se han tramitado procedimientos de la envergadura del Crimen del Contenedor, el Eólico, y los recientes Menas y Mascarillas, aunque el que más huella le dejó fue el caso Kárate. Ahora, seguirá viendo «los toros, pero desde la barrera».
Tabladillo vivió una semana intensa en la que los compañeros que han trabajado con él durante años quisieron darle un merecido reconocimiento a su trayectoria.
Nacido en Segovia, Tabladillo estudió Derecho en la Complutense de Madrid pero siempre tuvo claro que quería ser secretario judicial, la anterior nomenclatura de los actuales LAJ. Por ello, se dejó los codos mañana y tarde hasta que consiguió su puesto como oficial de juzgados de instrucción y primera instancia en Madrid en 1974, para luego promocionar hasta ser secretario judicial de tercera categoría en un órgano de Herrera del Duque (Badajoz) en 2000.
Dos años después su vida cambió ya que ascendió a segunda categoría y fue destinado a Gran Canaria, en concreto al Juzgado de Instrucción número 7 de la capital que también era el responsable del Decanato.
Los compañeros de Tabladillo en Instrucción 7 durante un acto en el que le homenajearon.
C7
De 2002 a 2010 estuvo trabajando mano a mano con el magistrado Miguel Ángel Parramón y luego, desde 2010 hasta la actualidad, con Francisco Javier García García-Sotoca, compartiendo con ambos el cargo de secretario del Decanato. «Dos excelentes magistrados a los que les agradezco profundamente el cariño y respeto que siempre me han mostrado», dijo.
Nada más aterrizar en la isla afrontó su primer gran reto profesional. «En 2002 me encontré con la reapertura del caso del Crimen del Contenedor ya que el asesinato se produjo en 1994 y cuando fui destinado a Gran Canaria apareció una testigo clave que vivía en África», rememora. Tabladillo lo recuerda perfectamente: «Parramón me vino y me dijo 'tenemos un problema, la reapertura del Crimen del Contenedor, una persona que apareció con la cabeza cortada y vamos a reabrir el asunto'». De inmediato se puso manos a la obra con «entradas y registros en numerosos domicilios del Puerto con técnicos de Madrid en busca de sangre y ADN».
Décadas después, considera que hicieron «un gran trabajo de campo, fue bastante impactante, pero conseguimos cerrar el caso, lo que nos produjo una satisfacción enorme a todos, a la policía, el juez, fiscal, los funcionarios…».
De ese procedimiento recuerda aún la declaración de la testigo «que lo pasó muy mal cuando contó todo lo que vivió. Fue muy duro para ella e incluso tuvimos que parar varias veces porque no podía ni hablar. Ese caso fue una dura radiografía de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria de aquella época en la que había mucha droga, era un problema terrible», reflexiona.
Otro de los retos que afrontó como secretario judicial fue el caso Eólico, que acabó con la condena de los seis acusados, entre los que estaba Celso Perdomo, su esposa Mónica Quintana y el abogado Alfredo Briganty. «Fue un asunto diferente ya que aquí hablamos del primer gran caso de corrupción política de la isla». El procedimiento se dilató muchísimo, recuerda, ya que el abogado de Celso Perdomo, Alberto Hawach, «lo recurrió todo hasta el punto de que la mayoría de los magistrados de la Audiencia estaban contaminados para celebrar el juicio». «Hubo mucho show durante la instrucción y no me sorprendió para nada lo que ocurrió en el juicio», sostiene. «Nadie reconocía sus voces en las grabaciones, tuvimos que hacer pruebas con expertos que vinieron de Madrid, fue un cachondeo», apunta el LAJ.
El Kárate siempre presente
El caso del que nunca podrá olvidarse fue el Kárate. Su primer recuerdo, cuenta, fue cuando tuvo conocimiento de la denuncia inicial. «Fue en los juzgados de Granadera Canaria y Parramón me comentó que teníamos un asunto 'impresionante', que se trataba de una serie de abusos sexuales cometidos por el director de un gimnasio sobre alumnos. Me advirtió que teníamos que hacer las entradas y registros sobre la marcha porque estaba convencido de que iban a salir más víctimas menores», narra.
En ese primer momento ordenaron la detención de Torres Baena y la entrada y registro de su casa y del gimnasio. «También recuerdo el registro del chalet de Vargas que se acordó un sábado para llevarlo a cabo el lunes con mucha discreción y cuando llegamos, nos encontramos con muchos medios de comunicación esperando hasta el punto de que la Policía tuvo que acordonar la zona. Llamé al magistrado y le dije que no era normal, que aquello era un circo cuando solo lo sabíamos unas pocas personas».
Para Tabladillo, «fue el caso más duro porque afectó a muchos niños. Cuando una familia deja a sus hijos en la custodia de un profesor o un entrenador, nunca piensas que puede ocurrir algo de estas características. Profesores, curas, entrenadores y hasta vecinos y familiares… son la base de esta sociedad y si te fallan ya no puedes creer en nada ni en nadie. Fue un impacto social en Canarias impresionante».
Intentó mantenerse «al margen de lo que escuchas y ves para no llevártelo a casa, aunque no siempre lo consigues»
El ya jubilado tiene claro que «Torres Baena era un manipulador nato y no se le podía creer nada. Hace años leí que pidió perdón, pero pudo hacerlo con la finalidad de salir de permiso. Yo no creo mucho en la reinserción de los delincuentes sexuales, al igual que de los narcotraficantes».
También recuerda el crimen de Churruca donde hizo diez entradas y registros un sábado y uno de ellos fue en prisión porque el asesino cometió el delito estando preso y de permiso un fin de semana «y hallamos una zapatilla manchada de sangre en la celda».
Tabladillo no oculta que siempre intentó mantenerse «al margen de lo que escuchas y ves para no llevártelo a casa aunque no siempre lo consigues ya que vives experiencias muy duras. Me vienen a la mente incluso algunos suicidios en los que luego los muertos me aparecen. Me ha ocurrido que estoy durmiendo, recuerdo a personas que he visto fallecidas pero luego se van. Como cuando veo una película en la que se comete un crimen y se asemeja a algo que yo he vivido en primera persona durante el levantamiento de un cadáver. Pero insisto, son recuerdos de tantas cosas que he visto, que como vienen, se van».
El letrado se va «con la satisfacción del deber cumplido, me habré equivocado, pero lo he hecho lo mejor que he podido siempre. Les doy las gracias a todos los que me han acompañado durante estos años».
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