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Cuando Las Palmas se ensanchó a punta de pistolaEl diario 'Falange' celebraba tal día como hoy en 1939, con la retórica triunfante de la prensa del Régimen, la anexión del municipio de San Lorenzo a Las Palmas, por entonces aún sin el apellido de Gran Canaria, ensanchando en 50 kilómetros la extensión de la capital y culminando, a punta de pistola, un proceso de presiones que se remontaba casi un siglo atrás.
Aunque en términos simbólicos y burocráticos la extensión se oficializó el 1 de enero de 1940, el proceso fue culminado meses atrás como refiere la publicación de 'Falange' –después 'El Eco de Canarias– con la aprobación por parte del Consejo de Ministros del documento sellado tras la firma del último alcalde del pueblo, Juan Ramírez Ramírez, coaccionado por las fuerzas vivas de aquel tiempo con «una pistola sobre la mesa».
Aquella entrega de los dominios de San Lorenzo cambió para siempre la configuración de Las Palmas como gran ciudad, porque aunque muchos palmenses hoy no lo sepan, en un tiempo los dominios del pueblo se prolongaban hasta el Puerto. «Sobre todo aquello se produjo un pacto de silencio con una población callada por miedo», expone Juan Francisco Santana, escritor e historiador que ha dedicado gran parte de su trayectoria a documentar esos acontecimientos.
San Lorenzo acababa sobre el Guiniguada, siendo el Castillo de San Francisco su frontera por ese lado de la ciudad. Por el otro lado, cuando se produjo la anexión, sus límites estaban a la altura de la Peña de La Vieja en la playa de Las Canteras.
'Falange' oficializaba la versión de las autoridades de aquel tiempo y hasta se lamentaba del escaso impacto que aquel suceso había tenido sobre la población. «Este hecho no parece haber impresionado a la gente en la medida que exige su importancia. Es preciso destacarlo como una resolución de trascendencia tanto para el municipio que ha desaparecido como para el que con él se ensancha y mejora», decía.
El franquismo decoraba con esas líneas una agresión histórica. Una que contaba con un precedente cercano y salvaje, el mismo que Santana cree determinado para ese silencio impuesto: el asesinato político de los conocidos como 'Los cinco de San Lorenzo'. La jerarquía republicana del pueblo mandada a matar con el inicio de la Guerra Civil.
El 29 de marzo de 1937 fueron fusilados Juan Santana Vega, alcalde comunista, Antonio Ramírez Graña, secretario del Ayuntamiento, Manuel Hernández Toledo, Jefe de la Policía Municipal y los concejales, Matías López Morales y Francisco González Santana. «No fue casual, con esa medida se impuso un reino del terror que impidió a la gente manifestarse libremente contra la ilegalidad que se cometió al forzar la anexión del municipio a Las Palmas», indica Santana.
La relación entre San Lorenzo y Las Palmas siempre fue compleja. Existía, indican los que han investigado el conflicto, una superioridad de clase que se transfería desde la capital, ilustrada y burguesa, sobre su municipio vecino; fundamentalmente integrado por gente rural y dedicada a la agricultura.
«Los torturaron durante décadas, tratando de difuminar las lindes de ambos municipios para determinar los límites entre uno y otro», señala Santana, que cita otro ejemplo de agravio histórico. «Guanarteme y parte de la zona de La Isleta y el Puerto eran de San Lorenzo. Eso lo acredita que los alcaldes del municipio bajaban a caballo hasta el Puerto para cobrar la sisa del vino y la taberna. Pero esa parte se cedió, en principio temporalmente a Las Palmas, para que el Puerto de La Luz pudiera crecer en extensión y poder ser competitivo con sus rivales. Fue un engaño más», refiere.
¿Qué queda del recuerdo del viejo municipio y hacia dónde se encamina? Una persona ideal para responder ambas preguntas es Yeray Castellano, responsable de la asociación Tasate, que con las iniciales de los tres grandes núcleos del actual distrito, cuida su patrimonio y defiende su cultura. «Se debe mantener viva la memoria. Creo que se podría exponer de alguna forma colocando un hito en Las Canteras explicando que hasta ahí llegaba el municipio de San Lorenzo. Lo mismo en los municipios linderos como Teror o Santa Brígida», señala como sugerencia.
El distrito que agrupa a Tamaraceite, San Lorenzo y Tenoya bordea los 45.000 habitantes. Una pequeña ciudad dentro de la capital que se integra en las lindes del municipio anexionado. «Hay municipios con menos habitantes que este distrito que tienen mejores recursos que esta zona. Sería necesario compensar de alguna forma ese desequilibrio, ya que estaríamos mejor dotados si fuéramos municipio», señala.
Castellano huye de planteamientos segregacionistas, que algunos quedan. «Dividir el municipio sería cuestionar los servicios municipales de los que disponemos ahora mismo». Pero sí que tiene claro que esa extensión de ciudad merece una consideración singular: «Se les debe reconocer como pueblos, por su sentido de pertenencia a pesar de la especulación urbanística que sufren en estos tiempos y la llegada de nuevos vecinos».
San Lorenzo exige memoria. El cuidado de una historia aniquilada por la violencia de un tiempo que derivó en silencio y olvido.
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Edurne Martínez y Sara I. Belled (gráficos)
Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras y Jon Garay
Jon Garay e Isabel Toledo
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