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La noticia cayó como un jarro de agua fría sobre la pasión de los vecinos. Poco después de las 15.00 horas el comunicado oficial confirmaba la suspensión de la gran quema de fuegos artificiales y el volcán de voladores; San Lorenzo se quedaba sin sus fuegos por la alerta de incendios forestales declarada por el Gobierno de Canarias.
Fue un duro palo aunque nadie discutió las razones. El pueblo lleva celebrando sus fiestas desde el pasado 29 de julio con un calendario en el que la noche de los fuegos, como es tradición, ocupaba un lugar prevalente. El pasado sábado regresó tras tres años sin celebrarse la romería y el poder desarrollar un programa completo, como antaño, tenía entusiasmados a los vecinos y a los que habitualmente marcan esa noche en su agenda desde cualquier lugar de la isla.
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Al cielo de San Lorenzo le robaron la luz de sus fuegos artificiales, a sus calles no les robaron la alegría de una vida en comunidad. Ejemplares, los vecinos participan en la vida de las fiestas. Implicados en que no haya detalle por abrochar para que la jornada sea, un año más, perfecta y memorable. Quedan a la espera de una nueva fecha. Desde la comisión han propuesto al Ayuntamiento el lunes 14 o el sábado 19. Quedan a la espera de la situación meteorológica.
La plácida y soleada mañana de San Lorenzo queda interrumpida al llegar la hora del mediodía por el repique de las 12.00. Suenan las campanas de la iglesia y un grupo de vecinos dispara una pequeña traca de fuegos, que cruzan el cielo con la discreción que les proporciona la luz solar hasta quedar reducidos a una pequeña nube de humo. Es el día de los fuegos, la cita grande de las fiestas del pueblo: un día entre fueguistas.
En San Lorenzo el nueve de agosto se amanece con los párpados pesados. La noche previa es intensa. Muchos voluntarios han sumado sus ganas a los miembros de la comisión de fiestas. Se ha ido colocando todo el material pirotécnico, listo para esa estampa nocturna que ilumina la ciudad desde el antiguo municipio camino de medianías.
El trabajo es colectivo. José García, presidente de la comisión, recorre el pueblo con la prestancia de la autoridad. Recibe a las televisiones y tiene la pose descansada porque siente que la cosa está encaminada. Todavía no había llegado la mala noticia de la suspensión de los fuegos y sonriente se guardaba un as en la manga: «Esta noche habrá una gran sorpresa», avanzaba ignorante del curso que iban a tomar los acontecimientos.
Pero la actividad no se detiene. Los otros once miembros de la comisión organizadora están destinados a otras tareas. La logística es un tren desbocado que solo podrá detenerse días después de la finalización de las fiestas. Entonces tocará pensar ya en el año que viene.
En el colegio, justo en el corazón del pueblo, Saro Guzmán dirige las operaciones. Luce un delantal con una inscripción: 'Cooking is my passion' que brilla como si fueran las cinco puntas de un general norteamericano en un puesto de mando. Ella asegura que allí no hay jefas y que todos son responsables de que ningún fueguista se quede sin su avituallamiento. No es del todo cierto. Mientras confiesa eso manda a apagar un fuego, encarga un saco de papas e intenta escabullirse de la presencia del fotógrafo en la cocina.
Nadie le rechista. Todos obedecen con respeto y cariño. A lo largo de una larga mesa hay desplegados 500 panes llegados desde La Milagrosa y un gran balde de chorizo de Teror de Los Nueces. También embutidos. En la cocina trastea Saro Guzmán ante un inmenso caldero en el que se guisan cuatro kilos de tollos. «Es la comida para los fueguistas, los chicos jóvenes del pueblo que durante la mañana han estado ayudando a colocar todo el material para los volcanes de voladores», explica.
Los 500 bocadillos tenían otros destinatarios. «Es toda una tradición», cuenta José García: «Se reparten por la noche entre todos los que participan en el despliegue de seguridad y emergencias». En San Lorenzo se aplican políticas de cuidados, que emanan desde la ciudadanía porque hacer las fiestas es una forma de acción política.De cuidar de lo suyo. De cuidar de los suyos.
El pueblo no se dejó dominar por la desazón. Había mucho esmero en la preparación en la noche de los fuegos. Pero a pesar de la causa mayor la fiesta continúo. Por la noche ascendieron al escenario principal Karma y Los 600.
Los actos siguen desarrollándose durante toda la semana. Y en esas seguirán los miembros de la comisión de fiestas y sus colaboradores implicados. Y aunque no estallara la pólvora se sienten orgullosos de sus fueguistas. De que la tradición continúe entre los más jóvenes.
La sobrina de Saro Guzmán atiende órdenes mientras la mira con admiración. «Lleva muchísimos años haciendo esto», expresa sin dejar de observarla moverse con diligencia entre fogones y voluntarios. «Mi padre también participó mucho con ellos antes de fallecer. Yo me incorporé años más tarde, pero aquí estoy siguiendo la tradición».
San Lorenzo sigue en fiestas con el ánimo de una batalla colectiva. Mantener su tradición es capital para aquel barrio al que cortaron sus lindes pero que mantiene el carácter orgulloso de otros tiempos. Hasta de su pan. «Es el de La Milagrosa el mejor de toda la isla», subrayaba un miembro de la comisión afanado en cortar rebanadas, atendiendo su labor con disciplina y la felicidad del disfrute colectivo.
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Rocío Mendoza | Madrid y Lidia Carvajal
Álvaro Soto | Madrid y Lidia Carvajal
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