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El incendio que afectó a la réplica de la carabela La Niña III el pasado mes de mayo causó un daño importante a la embarcación. Un informe diagnóstico sobre los efectos del fuego, realizado por la empresa Tibicena Arqueología y Patrimonio, concluye que «lo único que se puede conservar, a priori, de las partes quemadas son los mástiles».
Los expertos consideran que hay que reconstruir las partes afectadas por el fuego. «Es indispensable y primordial preservar y recuperar la resistencia e integridad estructural de la embarcación, para ello se deberán de tomar medidas de sustitución para las maderas muy dañadas a las que no conviene ni consolidar, ni reforzar. Se eliminará la madera afectada y se colocará ya sea de igual especie e impregnada con protectores o bien un elemento de otro material», detallan en el diagnóstico de dos páginas.
«La prioridad, es hacer un estudio en profundidad porque aunque se cuenta con un documento que recoge el proceso de construcción (se refiere a la obra 'La Niña III y el capitán Etayo: un ejemplo de militancia contrarrevolucionaria') de la embarcación que nos ocupa, no tenemos las medidas, fotos, ni planos originales y sin esa información no será posible hacer una reconstrucción fiel de la carabela de La Niña III», prosigue el informe que elaboró Tibicena para la empresa Moncobra -la encargada del mantenimiento y restauración de bancos y monumentos en el término municipal capitalino- a instancias del Ayuntamiento.
La recomendación que elevan los autores del diagnóstico es la de «contactar con un carpintero de ribera que se ocupa de la construcción artesanal de embarcaciones en madera» para tratar de reconstruir aquellas partes del barco que resultaron dañadas y que son irrecuperables.
La Concejalía de Parques y Jardines del Ayuntamiento capitalino, que dirige la edila Gemma Martínez, ha encargado ya un estudio para tratar de evaluar los costes económicos de la reparación para luego tomar la decisión pertinente respecto al futuro de este bien, que está inventariado con el número 256 dentro del listado de monumentos.
El incendio, cuyas causas todavía se desconocen, no afectó a toda la nave. Las llamas quemaron de manera parcial la «parte emergente del casco sobre la línea de flotación hasta la borda del buque».
Sin embargo, la resistencia de la madera a la combustión hizo que el fuego no tuviera consecuencias más perjudiciales. Así lo explican los técnicos: «Cuando la madera se ve expuesta a un incendio en fase de pleno desarrollo ésta tiene una respuesta buena. La capa más superficial se carboniza rápidamente creando una capa de madera carbonizada que aumenta en seis veces su capacidad aislante; este hecho provoca que las zonas interiores se mantengan muy protegidas, este es el caso de los mástiles, cuyo interior no se ha visto afectado».
De hecho, esta respuesta de los materiales fue lo que propició que el barco no colapsara en el tiempo que soportó las llamas hasta que llegaron los bomberos. «Hay que tener en cuenta la gran capacidad de la madera de conservar su estructura y soportar cargas durante más tiempo frente al fuego en comparación con otros materiales, evitando derrumbamientos», detalla el estudio.
En cualquier caso, «muy pocas veces, tras un incendio de estas características, se puede aprovechar la estructura, ya que las elevadas temperaturas alcanzadas en un incendio plenamente desarrollado modifican profundamente la estructura interna del material».
Hay que recordar que el incendio adquirió tal dimensión que los agentes del servicio de extinción de la ciudad tuvieron que emplear unos 8.000 litros de agua para sofocar las llamas, un trabajo en el que emplearon dos horas y media.
La réplica de la carabela, que evoca la importancia del viaje de Cristóbal Colón en 1492, fue construida en el año 1992 con motivo del quinto centenario de la llegada de la Corona castellana al continente americano.
Su autor fue el capitán Carlos Etayo Elizondo, un experto en los viajes colombinos que recreó las técnicas constructivas navales del siglo XV. Tras salir de los astilleros Castro, en La Guardia (Pontevedra), la embarcación fue llevada hasta Palos de La Frontera, en Huelva, y luego navegó hacia Las Palmas de Gran Canaria. Desde aquí, timoneada por Etayo, zarpó hasta República Dominicana, a la que llegó tras ocho días de navegación.
Tras un nuevo viaje a Lisboa, en 1998, la nave se queda de manera definitiva en la ciudad desde el año 2000: primero estuvo en el Arsenal; luego junto al castillo de La Luz y, tras una honda reparación, en la ubicación final de la trasera del parque de Santa Catalina, desde 2014.
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Cristina Cándido y Álex Sánchez
Rocío Mendoza | Madrid y Lidia Carvajal
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