
A prisión por abusar sexualmente de su nietastra, que tiene síndrome de Down
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Hizo uso de su situación de superioridad con respecto a la joven, que tiene un 79% de discapacidad, para atacarla sexualmenteEste lunes 20 ingresó en el centro penitenciario Las Palmas II Margarita Ramírez Hernández, una mujer de 74 años que ha sido condenada por abusar sexualmente de su nietastra, aprovechando la vulnerabilidad de la misma ya que tiene diagnosticado síndrome de Down con un grado de discapacidad del 79%. La encausada ha sido penada por la Audiencia Provincial de Las Palmas a dos años y medio de cárcel y el pago de una indemnización a la joven de 75.000 euros por unos hechos cargados de extrema dureza que le han producido una grave sintomatología postraumática.
La sentencia que es firme, recoge en su mayoría la tesis planteada por la fiscal Teseida García y la letrada de la acusación particular, Mónica Sánchez Barragán, y condena a Margarita Ramírez Hernández por haberse aprovechado sexualmente de la víctima durante el tiempo en que la cuidaba dentro del domicilio del barrio de Mesa y López donde residía.
Todo ello a pesar de la excelente relación que unió inicialmente a la joven -que tenía 21 años en el momento de los hechos- con la que era madre de la pareja de su progenitora. Una mujer a la que incluso llamaba «abuela» por el cariño que le profesaba antes de la comisión de los hechos, que generaron en la víctima «problemas de movilidad», de tal forma que «no se mantenía en pie, tenía pánico a salir a la calle, necesitaba apoyo para caminar, negativa a bañarse» e incluso presentó «problemas para conciliar el sueño» argumentando que «una mujer le decía que la iban a ingresar en un centro y a separarla de su madre», sostiene la sentencia.
Esta resolución de la Sección Segunda, que tuvo como ponente a la magistrada Pilar Verástegui, destacó en sus hechos probados que el vínculo entre víctima y condenada nació cuando empezaron a salir la madre de la perjudicada y el hijo de Margarita. «La acogió -a la madre- como si de su hija se tratara», apunta el fallo.
A partir del año 2018, cuando Margarita se encargaba del cuidado de la joven «pues por su discapacidad no podía quedarse sola», añade la resolución judicial, la abuelastra comenzó a actuar «con pleno conocimiento de las circunstancias personales de la víctima». La misma sufría «limitaciones que le impedían prestar consentimiento válido ante determinadas situaciones de la vida cotidiana».
En este escenario, «con el propósito de satisfacer sus deseos sexuales» y mostrando un «claro ánimo libidinoso», la Sala consideró acreditado que Margarita besaba a la joven, la tumbaba en la cama y «se subía encima de ella» a la vez que realizaba «movimientos coitales y gemidos», tocándole también «el pecho» y sus partes.
También entendió la sentencia como hecho probado que Margarita se dirigía a la perjudicada «haciéndole comentarios como que su madre no la quería o que era mala», y, en ocasiones, llegó a tirarle del pelo y del brazo y a empujarla.
Entrando en el detalle de los hechos, la condena se sustenta principalmente en el testimonio de la víctima, que a juicio de la Sala fue creíble a pesar de las «importantes limitaciones» detectadas en el mismo derivadas de tratarse de una persona con síndrome de Down. Su declaración, además, estuvo corroborada por otros elementos probatorios como fueron las declaraciones testificales, fundamentalmente de la madre, la pareja de ésta e hijo de la acusada y un educador de la menor muy cercano a la misma. También contó el Tribunal con la ayuda de los informes psicológicos y forenses que avalaron su credibilidad.
La víctima se refirió en su declaración a la procesada como «la señora», describiendo una serie de comportamientos delictivos con absoluta «claridad». Dijo que le decía «palabrotas», le tocaba «el culo», le hacía «el amor», la llamaba «mentirosa» y que le decía que su madre era una «asesina». Incluso, utilizó términos como el de «follar» que nunca antes había usado según aseveró la madre, los terapeutas que la atendieron durante esos años y el resto de testigos.
Contó que sentía «miedo» cuando estaba con la acusada y le «dolía la tripa porque se ponía «nerviosa». Que tenía «pánico a la ducha», un lugar donde la abuelastra le tocaba sus partes además de hacerlo también «en la cama» estando las dos desnudas.
También refirió en la prueba preconstituida que «abuela», como ella la llamaba al principio, «se enfadaba si le decía que lo iba a contar».
Este relato que, por las razones expuestas de tener síndrome de Down, se desarrolló «con dificultades», sostiene la sentencia, que apunta como la perjudicada «estaba muy nerviosa y tenía que detenerse en ocasiones», aunque este testimonio «sin embargo» no ofreció «ninguna duda en cuanto a su credibilidad», entendiendo la Sala que las afirmaciones respondieron «a situaciones vividas» de «inequívoco carácter sexual». Además, el psicólogo clínico que la trataba determinó que la niña no tenía tenencia a la fabulación.
Lo que no concluyó la Sección Segunda fue «la existencia de una penetración», al «no definir este extremo» la perjudicada con la «necesaria precisión», un hecho que fue rebatido en el juicio por las acusaciones que sí entendían que se había producido dicha penetración.
Por este motivo, el Ministerio Público pidió inicialmente una condena de 15 años por un delito continuado de violación, aunque la letrada Mónica Sánchez Barragán también le añadió el delito de lesiones con la agravante de abuso de la confianza y otro de maltrato habitual.
La condenada fue requerida para ingresar en la prisión de Juan Grande este lunes tras expirar el plazo que le concedió la Audiencia Provincial para realizarse unas pruebas médicas.
La sentencia hace especial hincapié en el daño psicológico que sufrió la víctima como consecuencia de los abusos sexuales que sufrió.
Todos los testigos que depusieron en el juicio corroboraron el «importante cambio» que pudieron apreciar en el comportamiento de la joven que tiene síndrome de Down y una discapacidad del 79% aunque, a pesar de esta circunstancia y como expuso su madre, llevaba «una vida totalmente plena». «Iba sola al centro de Down por la mañana, era autónoma, venía sola porque yo estaba trabajando, calentaba su comida y comía. Iba a actividades por la tarde, baile, cocina y teatro», refiriendo que sus únicas limitaciones eran «que no freía con aceite ni planchaba».
Incluso, estuvo preparándose unas oposiciones que dejó tras sufrir los abusos sexuales. «Pensábamos que los nervios que mostraba eran por las oposiciones pero sí que fue verdad que ella no quería ir tanto como antes a casa de Margarita» al ser víctima de estos hechos. «Al final la convencíamos porque creíamos que lo que le ocurría era por estrés, pero nunca que le había pasado algo así», dijo su progenitora.
La joven «oía voces que decían que la iban a meter en un centro», era «incapaz de acostarse de espaldas», siempre «estaba recostada», se tenía que «agarrar para caminar», iba con la «mirada perdida», tenía «pesadillas»... Cuando su madre empezó a detectar este deterioro en su comportamiento, la llevó a un otorrino pensando que era el equilibrio, a un endocrino y a un neurólogo, hasta que acudió a un psiquiatra en Tenerife y luego a psicólogos. Fue en ese instante cuando «la niña escribió por primera vez un texto» describiendo los abusos sexuales que había sufrido y que derivaron en la posterior denuncia. Incluso, debido a esta situación de estrés, «perdió toda la parte frontal del cabello».
Actualmente, la madre de la víctima declaró que «está igual, no ha tenido ninguna mejoría. Es totalmente dependiente y los especialistas me dicen que nunca ha vuelto a ser ella», se lamentó esta mujer, en un testimonio corroborado incluso por el hijo de la acusada.
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