Las Palmas de Gran Canaria
«Canarias 50 para La Isleta»
Las Palmas de Gran Canaria
«Canarias 50 para La Isleta»La consigna es breve pero define una lucha de años: «Canarias 50 para La Isleta». Ese fue el eco de la concentración que este sábado se celebró en la plaza de Manuel Becerra, convocada por el Pacto vecinal para reivindicar una promesa que años atrás se le hizo a los vecinos del barrio. Recuperar para el uso público las antiguas instalaciones del regimiento de infantería.
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Los vecinos de La Isleta se sienten «estafados». Por el fondo y por las formas. Y así lo hicieron saber durante la concentración. «Nos hemos tenido que enterar por los periódicos de que pretenden hacer del Canarias 50 un centro permanente para migrantes, cuando nos habían dicho que sería para el barrio», referían los distintos 'speakers' que fueron subiéndose a un banco para dirigirse a la masa ciudadana.
Lo han dejado claro en distintas ocasiones. No se trata de un problema de convivencia cultural, se trata de la demanda de un derecho concedido y ahora olvidado. Por eso el «no nos olviden» fue uno de los gritos más recurrentes entre los convocados, que iban desde el «Darias, dimisión», en referencia a la alcaldesa de Las Palmas de Gran Canaria, hasta el más natural «el Canarias 50 es nuestro».
La convocatoria del Pacto Vecinal aglutinó parte del sentir de la ciudadanía de la capital. El colectivo concentra medio centenar de asociaciones vecinales y distintas representaciones del tejido de la ciudad se encontraron en Manuel Becerra. Este sábado tocaba hablar de La Isleta, mañana tocará hablar de otro barrio. «Abandono» fue una palabra recurrente entre los allí presentes.
Y es que la sensación que más permeaba durante la concentración era la de la frustración de las promesas incumplidas. Cuando fue su turno ante el micrófono, José Antonio Martín Mesa, veterano de la lucha vecinal, se preguntaba por qué no había allí ningún representante del gobierno de la ciudad para escuchar lo que le tenían que decir. Y para dar explicaciones que justifiquen qué impide una audiencia con la alcaldesa solicitada hace ya meses.
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Los oradores fueron recordando durante sus alocuciones la cronología de un caso que les escama. Tirando de memoria a los años previos, cuando se les aseguró que el viejo cuartel sería para el barrio. Para el uso y disfrute de sus vecinos. Nombres de antiguos ministros de Defensa fueron desfilando por la lista de reproches, hasta detenerse en los tiempos de Augusto Hidalgo como alcalde de la ciudad para subrayar aquello de la promesa que no tomó forma.
Tras disolverse la convocatoria un mensaje quedó claro. «Esta isla dentro de otra isla que es La Isleta» seguirá manifestándose aunque al otro lado no escuchen respuesta. El barrio demanda que el antiguo cuartel se convierta en lo que les prometieran: un parque, una zona verde, en la que encontrar el oxígeno que le ha negado su alocada configuración urbanística.
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Mesa hizo memoria y habló de las manifestaciones de hace tres décadas, cuando peleaban en las calles contra la droga que corría por las arterias del barrio a la velocidad de un tren supersónico. «Y acabamos con la droga en el barrio», relató en un quizás demasiado eufórico recuerdo.
Con ello lo que pretendía era reactivar la lucha organizada por los derechos de los vecinos. Estimular desde la nostalgia un amor por la vecindad que llevara a retomar las calles.
Las del Pacto Vecinal son concentraciones modestas. Tras las alocuciones, preñadas de referencias históricas a los orígenes del barrio, se fueron recuperando los carteles y las pancartas, que serán recicladas en la siguiente convocatoria.
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Porque habrá más. Eso está claro. Así lo significaban, por ejemplo, los representantes del Foro por La Isleta, entre los que se encontraban Félix Alonso, Gabriel Alpresa o Iván González. Las batallas perdidas nos le hacen abandonar la guerra. Recordaron aquellos combates dialécticos para que el barrio mantuviera el antiguo edificio de la Organización de Trabajadores Portuarios. En el ambiente también sobrevolaba la pelea contra el astillero para yates de gran envergadura que se va a levantar en El Refugio.
Por eso no quieren asumir el desaliento como modo de vida. Crecieron como colectivo en la idea de que la única forma de mejorar las cosas en el barrio llegarían por la vía de la pelea en las calles. Y esa será la forma en la que sigan confrontando con las administraciones locales y estatales en este asunto.
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Bajaron a la plaza y levantaron las pancartas. No les impidió hacerlo la tímida lluvia de la mañana de sábado. Ni la convivencia con otras convocatorias populares que coincidieron en el calendario con la agenda de este conflicto vecinal.
Manuel Becerra fue una plaza tranquila. Mientras se escuchaban consignas y se recordaban agravios la vida seguía sucediendo en ese rincón tan singular de la ciudad, corazón de lo que antiguamente se conocía como 'Barrio Chino'. Las guaguas movían gente alrededor de la ciudad con su intercambiador como punto de partida.
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Uno de los miedos del Pacto Vecinal quedó pronto neutralizado. Su miedo era que algún desubicado confundiera su intención de recuperar las instalaciones militares y creyera encontrarse con una protesta contra los migrantes que ahora se refugian en ellas. Y eso no sucedió. Ni una sola proclama se salió de la pelea vecinal por sus derechos. Ninguna persona con el foco en otro asunto aterrizó en la protesta. Los migrantes que habitualmente se mueven por la plaza lo hicieron con la naturalidad de cada día. La Isleta demostró de nuevo ser un lugar de acogida.
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