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María esquiva la cámara e intenta evitar que sepamos su nombre. Ella es la responsable de activar un mecanismo de solidaridad insólito en Las Palmas de Gran Canaria, el volcado físico y emocional de un incuantificable número de voluntarios que se acercaron hasta la sede de Maio Movement -centro de yoga- en el barrio de Arenales para dejar enseres y alimentos que trasladar a los afectados por la DANA que la semana pasada barrió gran parte de la comunidad valenciana. Lo importante no es lo que sucedía allí ni quién estaba detrás. Lo importante está bajo en el barro en el Levante.
Brazos, corazón y lágrimas para llegar a Valencia. Porque en Obispo Rabadán este martes han corrido las lágrimas de manera torrencial. De la propia María, conmovida por la experiencia de estos días. O las de Empar Lilie, valenciana recién aterrizada en Gran Canaria, donde reside, que acudió inmediatamente hasta el punto logístico para cargar cajas en los camiones que, en otro giro emocionante de la historia, la empresa Logicargo puso a disposición de los voluntarios para, tras palerizarlos, llevarlos al Puerto de La Luz para que el jueves pongan la proa hacia Valencia.
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Esta es la historia de una cadena de favores y de una carrera de obstáculos por salvar las barreras aduaneras y su burocracia. Una storie en redes de una profesora de Yoga con la que María había colaborado la dejó inquieta. Preocupada. A través de sus redes promovió una pequeña colecta, tras hablar con su contacto sobre sus necesidades, en la sede de Maio Movement. Fue el viernes por la noche. Su petición se propagó por las pantallas de los móviles y el resto es un bendito delirio.
El sábado acudió al centro a dar una clase y se encontró una cola que hacía esquina entre Obispo Rabadán y Canalejas. Desbordada por la cantidad de material que recibía personas que se encontraban en la misma cola decidieron echar un cable. Así hasta este martes, cuando más de 70 voluntarios cargaban vehículos privados y camiones de reparto para su distribución logística.
Uno de esos voluntarios no cargó cajas pero fue igual de importante. En vez de ropa de faena vestía vaqueros gastados y camisa de cuadros. Es una de los responsables de Logicargo, «un ángel» según María. Desde este operador de logística se hicieron cargo, asumiendo las cargas, de recoger el material, de trasladarlo a sus naves para su organización y de hacerlo llegar hasta Valencia tras implicar a una naviera en la operación. «Sin ellos esto no hubiera sido posible», asume el pelotón de voluntarios.
Desde la logística se explica otro de los problemas de este asunto. Al no estar declarado el estado de emergencia esta mercancía debe pasar por Aduanas y ser afectada por el IVA. Además, es complicado dar destino concreto a todo este material. Entre los voluntarias que se han volcado en esta historia hay varias chicas valencianas, cuyas redes de cuidado han encontrado contactos que ofrecen almacenes y correos de distribución seguras. Porque esto es más importante de lo que parece. «Conocemos casos de gente que ha tenido acceso a las donaciones que han llegado y que se han aprovechado llegando a vender garrafas de agua por 15 euros», cuentan.
A través de un vínculo familiar con un piloto de una compañía aérea también se enviaron este martes varias cajas, organizadas en pequeños kits de supervivencia, que otro destacamento de voluntarios trasladó hasta Gando en sus coches particulares tras introducirlos en los vehículos mediante una cadena humana desde el interior de la vieja casona del barrio de Arenales.
La ayuda rebosaba el local, hasta el punto que hace varios días que allí se encontraban varios carteles anunciando que ya no podían asumir más entregas. Pese a ello, durante toda la jornada de carga no pararon de llegar personas que se tuvieron que marchar en búsqueda de otros puntos de recogida de los que hay desplegados por Gran Canaria.
Y en esas está la historia de Empar, citada líneas más arriba. Valenciana afincada por motivos laborales en la isla el jueves aterrizó en su ciudad. Su familia vive en la capital, donde los daños fueron casi imperceptibles. Pero formó parte de las comitivas que se desplazaban a ayudar en las localidades más afectadas.
Tras dejar la maleta en casa se unió al grupo de voluntarios en Obispo Rabadán. Cuando se le preguntaba por lo que se había encontrado estos días cerca de su casa las lágrimas se abrían paso en su mirada. «Me he encontrado algo que pensé que nunca iba a ver. Gracias a los voluntarios mucha gente está recibiendo agua o comida. Sabes que por mucho que hagas es poco lo que puedes aportar, pero con el simple hecho de ayudar a una señora a cargar una bolsa se sienten acompañados. Saben que no están solos. Es muy duro pero también es muy bonito», contó.
Empar Lilie anduvo entre el jueves y el lunes muchos kilómetros como voluntaria en localidades como Sedaví, Alfafar o Catarroja. «A los voluntarios nos paraban por la calle, porque al vernos cubiertos de barro era fácil reconocernos, para agradecernos lo que estábamos haciendo. Pero es al revés. Nosotros les agradecíamos a ellos porque veíamos la verdadera humanidad, hemos conocido la verdadera empatía», manifestaba en los únicos segundos que dejó de cargar cajas en este comando logístico improvisado que ha sumado más voluntades que experiencia.
Una historia de empatía se ha declarado en el corazón de Las Palmas de Gran Canaria. Un esfuerzo con el peso en los brazos, el corazón abierto en canal y las lágrimas fluyendo de emoción.
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