Los rostros del barrio
Acaymo Domínguez: La historia se respetaLos rostros del barrio
Acaymo Domínguez: La historia se respetaAcaymo Domínguez Travieso tiene un conocimiento enciclopédico de la historia del pueblo de Tenoya, porque si algo tiene claro es que ese barrio fronterizo con Arucas tiene una identidad propia a la que se debe respeto y conocimiento.
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Apenas ha cumplido los 40 años pero en su memoria cohabitan los recuerdos de un espacio de Las Palmas de Gran Canaria que en otros tiempos fue lugar transversal. «Poca gente sabe que Tenoya ha pertenecido a lo largo de su historia a tres municipios: Arucas, San Lorenzo y, aunque a veces se olviden los políticos, Las Palmas de Gran Canaria», recuerda.
Acaymo Domínguez es ahora un líder vecinal vinculado, además, a la parroquia de virgen de La Encarnación. Un sentimiento que es como la espina dorsal de la relación con el pueblo que ha mantenido durante toda su vida. Allí se afana en cuidar sus plantas y mantener limpios sus accesos. «Hay algo de fe, por supuesto, pero también porque desde niño comprendí que la iglesia era el lugar en el que aquí sucede gran parte de la vida social del pueblo», explica.
Domínguez Travieso se define como una persona de pocas palabras pero cuando empieza a hablar sobre Tenoya se dispara. Así ha sido toda la vida, desde que encontró un espacio intergeneracional en el que aprenderlo todo a través de la tradición oral. «Desde niño entre a formar parte del Colectivo Tenoya, que hoy ya no existe. Escuchaba a las personas mayores hablar del pueblo y allí me enamoré mucho más de su historia», señala.
Y ese legado quiere mantener. Acaymo Domínguez es uno de esos jóvenes que dinamizan el distrito Tamaraceite-San Lorenzo-Tenoya. Personajes singulares en el mundo de la asociación vecinal, que en otras partes de la ciudad languidece por la falta de relevos. Es evidente que eso le lleva a estar activo con los problemas de su zona, en constante tensión con el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria en la búsqueda de mejoras y soluciones. Pero el valor de la tradición tiene mucho que ver con esa lugar que le ocupa mucho espacio entre sus ocupaciones profesionales y la crianza de sus dos hijos, que como él crecen en el pueblo de sus abuelos.
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Por eso trata de dar siempre un barniz de conocimiento a las nuevas generaciones. «Todos los años trabajamos con el colegio y organizamos una caminata con los alumnos, por ejemplo, hacia el hoy cerrado túnel de Tenoya.Que en su momento fue el más antiguo de la isla, que debería ser conservado porque es nuestro patrimonio. Le llamaron la puerta del norte y fue diseñado por Juan León y Castillo», expone.
Acaymo Domínguez lamenta la pérdida de centralidad de su pueblo. Ese que cuando se construyó la circunvalación pensaban que el progreso les haría vivir mejor y que finalmente, considera, les ha dejado aislados.
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Por eso entiende que lo primero es que sus vecinos sientan ese orgullo de pertenencia que al le ha inspirado tantas cosas. «Aquí hay muchas cosas que ver. La misma Virgen de la Encarnación, que dicen que fue dejada en el barranco por los conquistadores tras matar allí a Doramas. O nuestro camino real, que era el camino que en su tiempo conducía a Gáldar», ejemplifica.
Porque para Acaymo Domínguez la de Tenoya es una lucha solitaria. Como todo responsable vecinal sufre las amarguras que esa posición social le reporta. Incluso las críticas de algunos vecinos que le reprochan con la vehemencia con la que se deberían dirigir a un político cuando algo no está a su gusto.
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Pero él no se cansa. «Es cierto que a veces uno piensa que es mucho esfuerzo y se cansa. Pero nunca he podido pensar de verdad en dar un paso a un lado. Quiero mucho a mi pueblo, en el que he vivido toda la vida, y no veo el momento en el que deje de hacerlo», manifiesta dentro de esa iglesia a la que mima.
Porque para él ese templo alzado en una orilla de la carretera general es una imagen latente de la voluntad de los vecinos. Esa gran nave, que impresiona por sus dimensiones cuando se cruzan sus puertas, es fruto del esfuerzo de un pueblo que ha ofrecido sus manos y recursos para tenerlo en pie. «El párroco que estuvo aquí muchos años iba hasta Madrid a pedir dinero y hasta se reían de él. Que para quería hacer esa obra para un pueblo de simples jornaleros. Y lo conseguimos», comenta.
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Entre esa ciudadanía organizada por el pueblo destaca, por ejemplo, al escultor Tino Torón, para el que Acaymo Domínguez tiene palabras elogiosas por su contribución al barrio «al que cada año le regala una pieza que hace más grande nuestra historia y nuestro patrimonio».
Porque patrimonio es posiblemente la palabra que más sentido tenga en una conversación con Acaymo Domínguez. Y es que él también merece esa consideración, por su implicación a lo largo de toda su vida para cultivar el legado de una esquina en la que muchas veces no repara ni la propia ciudadanía palmense.
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Acaymo Domínguez Travieso sigue la estela de aquellos jornaleros del desaparecido ingenio azucarero del pueblo:, un esfuerzo infinito por su progreso.
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