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Rafael Sánchez Valerón. C7
Sánchez Valerón, la crónica desde la docencia

Sánchez Valerón, la crónica desde la docencia

Obituario ·

Muere el cronista oficial de Ingenio. Juan José Laforet escribe una semblanza del fallecido

Domingo, 1 de diciembre 2024, 11:05

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Este luminoso primer domingo decembrino, cuando las campanillas navideñas parece resonar en las ilusiones de los más pequeños, y yo me dispongo a ir para Agaete, al homenaje que se le tributa a Alonso Quesada, rememorando sus versos, aquellos que dedicó a la memoria de su amigo Macías Casanova, «Hay otra pausa misteriosa / en la que oficia el corazón…/ Por las paredes, el silencio / va diluyendo su rumor», me llega de repente, por esas fías, pero tan concurridas, calles de las redes sociales, la noticia del fallecimiento de Rafael Sánchez Valerón, nuestro queridísimo y siempre admirado compañero «Feluco», Cronista Oficial de Ingenio desde el año 2003 -el año pasado, con motivo del veinte aniversario de su nombramiento, se le hizo un gran homenaje, al que concurrió todo su pueblo, y muchísimas personas de toda la isla-, y no puedo contener que se me nuble el pensamiento, y hasta el alma.

Un cronista que tenía muy claro que, como tal, «cumple su labor con los precarios medios que tenga a su alcance de acuerdo con su conciencia y el tiempo de que dispone, y él dedicó fecundamente a ese encuentro con sus gentes, con su municipio, con sus tierras, tradiciones y costumbres, todo el tiempo de su vida, antes y después de su nominación oficial como tal, pues era un cronista de estirpe, de honda raza, conformado en lo que entendía que debía recoger y transmitir, pues en ello se conformaba el ser y la esencia de una comunidad, de su pueblo, y con ello de su isla.

Rafael Sánchez Valerón nació en Ingenio, y a esa luminosas y sustantivas tierras del sur entregó su vida y sus anhelos, que no hay mayor afán que el de procurar formar mentes y espíritus para el progreso de una tierra. Y si su vida fue la docencia constante, minuto a minuto de cada día, pues la entendía como algo integral en su vida y en la de sus muchas generaciones de alumnos, a través de formas y métodos novedosos y más efectivos, luchando siempre por una renovación en los sistemas educativos, tanto que el mismo reconocía, no hace mucho, como «siempre fui partidario de una enseñanza espontánea, activa y participativa. No solía emplear libros de texto y prefería las clases fuera del aula para que los conocimientos llegaran al alumno a través del medio», también supo hacer de su tarea como cronista oficial una auténtica labor de docencia, de transmisión de saberes, de difusión de conocimiento que contribuyeran no sólo a una mejor información sobre el patrimonio cultural e histórico, sino que esto sirviera para una formación integral de sus paisanos.

Nos ha dejado en el umbral, de las Navidades, fechas y celebraciones que también son un verdadero patrimonio vivo de la isla, y se ha marchado en silencio, discretamente, como sin querer molestar a nadie, desde la discreción y la prudencia que le caracterizó toda su vida, pero deja el eco enorme y prodigioso de una obra que habla alto y claro del patrimonio, de la historia, de las tradiciones, usos y costumbres de una parte tan significativa y elocuente de Gran Canaria como es Ingenio. No es el momento de recoger todos y cada uno de sus trabajos, de sus aportaciones en libros, ponencias, artículos, conferencias, nos llevaría horas, pero si recordar sus importantes aportaciones al estudio de los ingenios azucarero en aquella comarca insular, pero si de resaltar que se trata de una portación ya ineludible para un mejor conocimiento de lo que ha sido y es Gran Canaria.

Es la hora del adiós, que siempre llega, aunque, ante figuras como la suya, tendemos a creer que no llegará, o que no debería llegar nunca. Son momentos en los que debemos estar muy cerca de su familia, de su esposa Agueda, con quién ha estado casado desde 1975, y de sus dos hijas, y estar muy unidos entorno a él todos los cronistas oficiales de la isla, con los que siempre compartió un tono de entrañable y efectivo compañerismo. Fue un gran caballero, de los de antes, de los de siempre, en el que desde una preclara inteligencia se aunaban tradición y vanguardia. Compartíamos afición honda por las caminatas por los senderos insulares, y me transmitió su honda capacidad para entrever y apreciar los cientos de elocuentes detalles que podemos hallar en estos caminos hermosísimos de la Gran Canaria, de sus tierras del sur, de su querido Barranco de Aguatona; pero también le recordaré junto al Atlántico, pues era un gran aficionado a la mar, a la pesca. Querido «Feluco» te vas, pero te quedas, pues de las sendas de Gran Canaria, y menos quién las contempló como tu lo hiciste, nadie se va del todo.

La capilla ardiente quedó instalada en el tanatorio de Ingenio, donde este lunes, a las 17.00 horas, se procederá a la despedida de sus restos mortales. El funeral será el jueves, a las 19.00 horas, en la iglesia de la Candelaria. 

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