Primera festividad del Pino con representación militar, en el año 1929.José Luis Yánez
El voto de la guerra de África
Hace 100 años, España estaba en una guerra en el norte del continente africano de la que, hasta no hace mucho, hablaban los ancianos de Canarias casi tanto o más que de la Guerra Civil
José Luis Yánez
Cronista Oficial de Teror
Domingo, 30 de marzo 2025, 23:10
El 18 de marzo de 1925, el coronel jefe del Regimiento de Infantería de Las Palmas, Rafael de Castro Caubín, recibía un telegrama del comandante ... Ángel Manrique de Lara, Jefe del Batallón Expedicionario de Las Palmas, en el que éste le comunicaba la repatriación del mismo de la Guerra de África, que se llevaría a cabo tres días más tarde desde Ceuta.
Porque hace cien años, España estaba en guerra en el norte del continente africano. Una guerra de la que, hasta no hace mucho, hablaban los ancianos de Canarias casi tanto o más que de la Guerra Civil.
Como escribe la historiadora Jennifer Guerra en su tesis doctoral sobre 'El impacto de la Guerra de Marruecos en Canarias (1909-1927)', el enfrentamiento bélico formó parte de un largo conflicto mantenido entre España, el sultán y las cabilas -tribus norteafricanas del territorio marroquí- que empezó a manifestarse de forma más frecuente a partir de la segunda mitad del siglo XIX y que no finalizó, oficialmente, hasta 1927, con momentos críticos en 1909 con el desastre del Barranco del Lobo; en 1921 con el desastre de Annual y en 1925 con el desembarco de Alhucemas.
Tal como nos informa la misma investigadora, antes del derrumbe de la Comandancia de Melilla en su avance hacia Annual la participación de los canarios en el conflicto fue meramente representativa. Pero ya en septiembre de 1921 la Gaceta de Tenerife recogía la noticia de que desde Las Palmas se habían incorporado a Melilla, a fines de agosto de aquel año, los jóvenes que fueron como voluntarios para que, posteriormente, las tropas canarias se incorporaran para contribuir a recuperar el terreno perdido en África. Hasta esa fecha en la prensa de las islas no había aparecido ninguna alusión a contingentes o efectivos enviados en masa a Marruecos.
En aquellas primeras incursiones, ya fallecieron muchos canarios como Dionisio Ponce de León y Grondona -Las Palmas-, José Cárdenes Rodríguez -San Lorenzo-, el médico Wenceslao Perdomo Benítez o en acciones posteriores el artillero Honorio Rodríguez -Teror-.
Pero a fines de 1924, cuando se requirió efectivos de infantería, el 9 de septiembre embarcó en el buque Rey Jaime II el Batallón Expedicionario del Regimiento de Infantería Tenerife nº 64, rumbo a Larache.
Pocos días después, en las Fiestas del Pino en Teror, las crónicas referían las circunstancias que se estaban viviendo y que harían que la romería de 1924 tuviera para muchos centenares de familias un carácter de solemnidad inolvidable.
«Muchos mozos, la juventud y la fuerza de nuestros campos, y muchas, muchas madres, acudirán en estos momentos de probable partida para las tierras de África a postrarse ante la imagen refulgente a pedirle la protección y ayuda que ella nunca negó a los hijos que la aman y que la invocan, ya en las tribulaciones del mar y en el rudo luchar en tierras extrañas, como en las penalidades de la guerra, y en la guerra, si a ella fueran los soldaditos de Gran Canaria, el nombre santo de la Virgen del Pino será su grito de esperanza y de victoria…llevará a sus ánimos el valor, a sus corazones la esperanza y a sus ojos, en la visión sublime de su bendita efigie, la imagen del hogar donde sus madres rezarán por ellos esperando, confiadas en la divina protección, su feliz retorno. ¡Madrecita del Pino, Virgen de los Canarios! ¡Acompáñales y protégelos, toda llena de misericordia!».
El 26 de septiembre embarcaba el batallón del Regimiento de Infantería nº 66 de Las Palmas con destino a Ceuta. La exaltación fue grande en aquel mes, vivida con una intensa mezcla de patriotismo y temor.
Las proclamas afirmaban que Gran Canaria seguiría el paso de sus hijos, a través de las duras jornadas de la guerra, con atención y amor, asistiéndoles hasta su regreso. Jornaleros, agricultores, estudiantes, partieron aquel día hacia un lugar para muchos incierto y a una guerra que no entendían.
Tal como detalla la autora referida, el total de los efectivos del batallón de Infantería del Regimiento nº66 de Las Palmas regresó a las islas el 25 de marzo de 1927. Sin embargo, parte de las tropas fue repatriada en 1925.
Llegaron a la isla el 25 de marzo de aquel año y con rapidez se comenzó a organizar el pago de la promesa a Nuestra Señora del Pino. Ésta tuvo lugar el 15 de abril, en un acontecimiento multitudinario y cargado de sentimientos.
En la mañana de aquel día el Batallón entró en Teror a los acordes de las marchas que ejecutaban la banda militar y la de la propia villa. Los voladores y las campanas de la Basílica y del Convento del Císter los recibieron con el pueblo cubierto con gallardetes, banderas y adornos en los balcones, hasta la Basílica del Pino que lucia engalanada como en las grandes solemnidades.
Delante marchaba el coronel de Castro Caubín con el alcalde Carlos Arencibia y otras autoridades. Por la calle Real caían pétalos de flores al paso de los jóvenes soldados y en la fachada de la Basílica un letrero rezaba 'A la Madre de los soldados canarios, Nuestra Señora del Pino. Viva España'. La tropa entró en el templo mientras las mujeres lloraban y un clarín anunciaba el inicio de la misa. Fue misa de soldados, esto es, veloz, ligera. En su intermedio, el Padre Ponce, de la Compañía de Jesús y sobrino del párroco Juan González, hizo la ofrenda y pago de promesa de los soldados, en la que les habló de «la Santísima Virgen del Pino, guía y sostén de sus esfuerzos y bravura en tierras africanas, a quien le debían sus triunfos y haber retornado con vida».
Terminada le misa salió la tropa en formación hacia la Alameda, donde se les dio permiso para descansar un momento, pasándose luego a servirles un rancho que trajeron preparado, con vino que les ofreció el ayuntamiento, servido en la misma Alameda. Terminada la comida, coronel y demás jefes y oficiales se reunieron en un banquete que el ayuntamiento les ofreció en el Hotel Royal, asistiendo el alcalde, juez municipal y una comisión del ayuntamiento. A los postres se levantó a dar las gracias a la villa de Teror y autoridades Rafael de Castro Caubín.
Cuando el almuerzo hubo terminado, formó la tropa en la Alameda, donde tocaba algunas piezas la banda del Regimiento, procediéndose seguidamente a bendecir por el capellán del Batallón unas medallas de la Virgen del Pino que con lazos de la bandera fueron prendidas en los pechos de todos los jefes, oficiales y soldados por jóvenes terorenses.
Un oficial dio las gracias al ayuntamiento y vecindario de Teror por las demostraciones de simpatía al Batallón Expedicionario poniendo muy alto el fervoroso amor de los soldados canarios hacia su Virgen del Pino.
«Las medallas que manos delicadas -dijo-han colocado sobre nuestros pechos, con la imagen protectora de la Virgen del Pino, no podemos llevarlas, como sería nuestro deseo, al exterior por prohibirlo el uniforme militar, pero yo hago votos porque la coloquemos más adentro, sobre nuestros corazones, como se deba de llevar la imagen de la madre».
El resto de la tarde se pasó en el Casino de Teror, donde se hizo música y baile hasta cerca del anochecer, en que partieron de vuelta a Las Palmas.
Imagen coloreada de la procesión de la Virgen del Pino el 8 de septiembre de 1929.
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Las Fiestas del Pino de aquel año fueron como se preveía de masiva afluencia. De tal manera que la Delegación del Gobierno decidió, por primera vez, en un comunicado publicado el 3 de septiembre regular el tráfico, los aparcamientos, el sentido de entrada y salida del conjunto urbano terorense, así como la necesidad de un permiso especial para acceder al mismo «desde las 17 horas del día 7 de septiembre hasta las 21 del siguiente día».
Cinco días más tarde se celebró aquel especial Día del Pino; el mismo día que en las tierras del norte de Marruecos se llevaba a cabo una importante actuación conjunta de tropas españolas y francesas: el desembarco de Alhucemas, que trajo consigo un viraje total en el discurrir de la guerra y posteriormente el fin de la misma.
En Gran Canaria no se olvidó la promesa de acción de gracias a la Virgen y tras la visita del general Primo de Rivera, efectuada el 21 de octubre de 1928, el coronel Rafael de Castro comenzó la instrucción de un expediente solicitando los honores que entonces entendían que mejor plasmaban aquel agradecimiento y que dio lugar a que, al año siguiente, el Diario Oficial del Ministerio del Ejército publicara el 27 de agosto el texto que sigue:
«Exposición.-Señor: El Alcalde del Ayuntamiento de la Villa de Teror (Las Palmas-Gran Canaria) ha solicitado, en representación de todo el pueblo, se le concedan honores de Capitán General y la representación de V. M. a la Imagen de la Virgen del Pino, ya que desde tiempos muy remotos ha hecho un sinnúmero de milagros y nombrada recientemente Patrona de la Diócesis de Canarias. —El Ministro que suscribe, teniendo en cuenta tales circunstancias, de acuerdo con el Consejo de Ministros, tiene el honor de someter a la aprobación de V. M. el siguiente proyecto de Decreto.- Madrid 21 de Agosto de 1929.—Señor: A. L. R. P. de V. M.— Julio de Ardanaz y Crespo.-
Real Decreto.—En atención a lo expuesto por el Ministro del Ejército y de acuerdo con mi Consejo de Ministros, vengo en decretar lo siguiente: Se tributarán anualmente, en el día de su festividad, a la Imagen de la Virgen del Pino, de la Villa de Teror, los mismos honores que para los Capitanes Generales del Ejército están consignados en las Reales Ordenanzas y la representación de Mi Real Persona en cuantos actos de culto se celebren en honor a la citada Imagen.—Dado en Santander a veintiuno de Agosto de mil novecientos veintinueve.— Alfonso. —El Ministro del Ejercito, Julio Ardanaz y Crespo».
Y el Voto de la Guerra de África se cumplió por parte de los soldados, sus familias y toda la sociedad canaria de entonces.
Sólo un hecho enturbió aquellos momentos en la Villa. El 27 de marzo, cuando se autorizó a la tropa a visitar a sus familias, un joven de 23 años subió desde Las Palmas.
Como vivía en El Hornillo, paró allí a visitar a su gente antes de seguir al santuario. Aquel soldado terorense perteneciente al Batallón Expedicionario fue a su casa y abrazó con tal ansia a su madre que el corazón que había aguantado los ataques de las tropas rifeñas no soportó la emoción y falleció en los brazos de la que le había dado la vida.
Francisco Herrera Pérez murió cuando retornaba desde la guerra a la paz de su tierra.
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