El 12 de marzo de 1975 la llamada Comisión Pro-Desagravio se formaba bajo las presidencias honorarias del alcalde y el cura ecónomo de la parroquia de Nuestra Señora del Pino
José Luis Yánez
Cronista Oficial de Teror
Sábado, 18 de enero 2025
El asombro mezclado con el dolor, se vivieron en la Villa de Teror de enero de 1975, uniéndose a la indignación que todo lo hablado, murmurado y propuesto sobre las joyas de Nuestra Señora del Pino había provocado en el pueblo grancanario en los meses ... anteriores.
El robo fue por todo ello una gota que volcó sobre el obispado y el mismo clero mil conjeturas y acusaciones de culpabilidad, que crisparon aquellos días y que aún en la actualidad, medio siglo más tarde, siguen viviéndose como uno de los temas pendientes de la reciente historia oscura de Canarias. En Teror, como de flaquezas nacen fuerzas, aquel desconsuelo inicial dio paso a la necesidad de hacer algo. Como la Virgen del Pino había sido ultrajada, agraviada; había que dejar bien claro que el pueblo quería, anhelaba, hacerle llegar lo contrario, el desagravio por el amor que durante medio milenio había caracterizado la relación de ese pueblo con Ella.
El mismo día del robo, ya en la noche una creciente cantidad de personas, sin poder ver la imagen, rezaron durante horas en el interior de la Basílica.
Tan solo dos días después del robo, se reunía la corporación terorense, bajo la presidencia del alcalde accidental Juan Suárez Ramos y se acordó hacer constar en acta el profundo sentimiento y la repulsa más enérgica «por el sacrílego y vandálico acto de que ha sido objeto Nuestra Señora la Virgen del Pino, expoliado su tesoro casi en la totalidad» y continuó la asombrada y afligida llegada de cientos de personas desde toda la isla que, sencillamente, no creían que aquello pudiese haber sucedido y que lloraban ante la imagen de que alguien pudiese subirse en el trono, arrancar el rostrillo, quitar broches y anillos, y a la vez mirar los rostros de Nuestra Señora del Pino y el Niño.
Noticia relacionada
50 años del saqueo del tesoro de la patrona de Gran Canaria
Desde el siguiente día, la concentración del alumnado escolarizado en el término municipal y una «misa de desagravio» iniciaron lo que iba a ser la sensible reacción de la diócesis ante lo ocurrido.
El 24 de enero -a la semana del robo-, el obispo Infantes Florido convocó a toda la isla para una de aquellas misas de enmienda y reparación del sentimiento. Al terminar la misma, se celebró una reunión en la sacristía con el alcalde, concejales, el representante de la Hermandad Sindical y otras personas y se acordó desarrollar un programa de actos que se extendería por las diferentes parroquias de la diócesis para que los canarios tuvieran la ocasión de manifestar su «pesar y desagravio a la Señora Patrona», y nombrar un comité ejecutivo que, en coordinación con los arciprestazgos, encauzarán las sugerencias que pudieran surgir en torno a la misma idea.
Poco a poco, fue serenándose entre mil hipótesis y algún que otro encono, el cauce primordial para actuar: debía reunirse el suficiente dinero para poder acometer un encargo a casa de orfebrería para que la Virgen del Pino no llegase a sus fiestas de septiembre sin coronas.
Así se inició la campaña de suscripción popular para su adquisición. El 12 de marzo de 1975, la llamada «Comisión Pro-Desagravio» se formaba bajo las presidencias honorarias del señor alcalde y el señor cura ecónomo de la parroquia de Nuestra Señora del Pino; la presidencia de José Hernández Jiménez político y comerciante; la secretaría de Ana Delia Hernández; actuando como interventor Juan Fco. Quintana; como tesorera Teresita Arencibia y bajo la asesoría religiosa de Nicolás Monche; y que emitía a parroquias y medios de comunicación una nota informativa, que en resumen comunicaba el acuerdo de acordaba «un acto de desagravio a la Patrona de la Diócesis al que se invita a todo el pueblo canario, víctima también de un agravio en su fe, amor y devoción a la venerada imagen. Este desagravio tendrá dos facetas: una de índole espiritual y otra de índole material. Al buen criterio de la autoridad eclesiástica queda la organización de todo lo referente al desagravio en su aspecto espiritual. En cuanto al desagravio de orden material, la comisión ha acordado que, por suscripción popular, al igual que se hizo en 1905 para la coronación canónica de la Virgen del Pino, sean repuestas sus coronas a las imágenes de la Virgen y el Niño en la misma forma que entonces. Las coronas y aureolas repuestas en sustitución de las sustraídas quedarán adscritas a las imágenes en el mismo sentido que lo fueron hace setenta años. Esta comisión, interpretando el sentir de la Iglesia, estima que el desagravio también habrá de proyectarse en algunas obras caritativas que beneficien a nuestros hermanos necesitados y perpetúen en algunos lugares de nuestra geografía insular la devoción mariana de nuestro pueblo, centro de nuestra religiosidad».
Por ello, a la vez que la recaudación de donativos de empresas y particulares, se iniciaron jornadas de reflexión comunitaria, conferencias y otras actuaciones de distinta índole para, tal como pedía el obispo Infantes Florido, poder «ver serenamente en qué ha de consistir la verdadera piedad mariana, y cómo debe estar unida al compromiso auténtico de nuestra fe… y reflexionar sobre los males de hoy, las verdaderas causas, dentro y fuera de la Iglesia».
En medio de todo ello, el 12 de junio el gobernador civil Enrique Martínez-Cañavate informaba que el Ministerio de la Gobernación, a propuesta del propio gobernador nombraba un nuevo alcalde para la Villa. Antonio Peña sustituía a Manuel Ortega, que ostentaba el cargo desde 1957. El nuevo alcalde era concejal y presidente de la Comisión de Cultura de la corporación, en la que llevaba casi catorce años. Asimismo, había ocupado las presidencias de Acción Católica y del Casino terorense; y en aquel momento era director de: Colegio Nacional de la Villa con jurisdicción sobre todos los centros de E.G.B. del término municipal que incluía un total de 1500 niños y niñas.
En un acto presidido por el delegado gubernativo Ervigio Díaz Bertrana, Antonio Peña Rivero tomó posesión el 16 de junio de 1975.
Y todo continuó en espera de las fiestas del Pino, en medio de una expectación general sobre cómo iban a ser las nuevas coronas; se nombraba desde Madrid un nuevo gobernador. Salvador Escandell Cortés llegó a Teror el 6 de agosto y en la Basílica, fue informador por Nicolás Monche de todo lo ocurrido los meses anteriores. En el libro de la basílica escribió: «Con mi mayor devoción y afecto a la venerado Virgen del Pino bajo cuya advocación me acojo para el buen gobernar en esta querida tierra canaria y a cuyo servicio me entregaré con todo mi amor de católico español».
En continuación de agenda -típico del Teror de hace medio siglo-, el 21 de agosto llegaba el expresidente de la República de Venezuela, Rafael Caldera, acompañado por el embajador Matías Vega Guerra, el presidente del Cabildo Insular, la corporación, y otras personalidades de la política isleña. La plaza Teresa de Bolívar, la Casa-Museo de los Patronos y la iglesia del Pino fueron la ruita de su recorrido en el que fue parando con muchos vecinos y vecinas; y el 27 de agosto, el joven licenciado en Historia Vicente Suárez Grimón, ganaba el I Concurso Literario González Díaz, instituido por el ayuntamiento de la villa de Teror con su trabajo 'Teror y la separación de Valleseco'.
El 1 de septiembre de 1975 se iniciaron las Fiestas del Pino del año del sacrílego robo con el pregón, pronunciado por Lorenzo Olarte. Y, por fin, el seis de septiembre de 1975 se llevaba a cabo el acto de volver a coronar, de la reposición de las coronas a la Virgen y al Niño. La ceremonia fue si no tan brillante como la primera sí de un alto valor sentimental ya que la sensación generalizada era la de devolver a la imagen una pequeña parte de lo que donado por generaciones de gentes de nuestra tierra, se le había sustraído. La noche anterior llegaron a la casa de José Hernández -en la actualidad camino a convertirse en hotel- y luego trasladadas a una entidad bancaria desde la que se llevaron a la Casa de los Patronos de la familia Manrique de Lara. Desde allí partieron Teresita Arencibia, Luisa Dalmau, el alcalde Antonio Peña y Manuel Caballero como integrante de la Comisión, portando las Coronas para ese mismo día después de realizar la Bajada de la Imagen fueran nuevamente y por segunda vez coronados Nuestra Señora del Pino y el Niño en la Basílica de Teror. Fueron encargadas con el dinero que se reunió, a la Casa de Artículos Religiosos Roses de Castellón a través de su representante en la isla, el ya fallecido Heliodoro Ayala, dueño del Bazar Peregrina de Las Palmas de Gran Canaria.
La descripción en el encargo dice «Corona Imperial con su correspondiente aureola para la imagen de la Virgen, realizada según modelo y medidas indicadas por el comprador, todo de plata de ley, con baño de oro fino en su acabado, debidamente cinceladas todas a mano, con todas las piedras reconstituidas, debidamente terminado» y «Corona Imperial con su correspondiente aureola para la Imagen del Niño, con las mismas características de calidad y trabajo haciendo juego a la anterior reseñadas». Según José Hernández lo recaudado fue de unas cuatrocientas mil pesetas y el coste «de unas trescientas y pico mil. Pero nuestro objetivo es que ésta sea la corona habitual, la de diario que podríamos llamar. Para el próximo año nuestro deseo es que la Virgen luzca otra, enteramente de oro, que será exclusiva para las grandes solemnidades».
En la tarde del seis de septiembre, el sacerdote Francisco Rodríguez entonó el canto, mientras la Virgen sin corona iniciaba su bajada desde el camarín, con el manto celeste del Cabildo. Doscientas flores de mundo, de colores violetas, rosas, celestes, blancas y amarillas adornaban los laterales, y al centro, claveles rosas y blancos. A las siete y treinta y dos minutos ya la Virgen estaba en la base de la rampa de la bajada.
En ese momento, ascendió junto a la imagen el obispo de la Diócesis, acompañado de las autoridades. El recién llegado gobernador civil portó la corona, que «colocó sobre la cabeza de la imagen el prelado, en medio de una estruendosa y cerrada ovación de los fieles, con el tronar de cohetes en los aires como contrapunto a la emocionante ceremonia. El presidente de la Audiencia, alcalde de Teror y José Hernández, presidente de la comisión, portaron, respectivamente, la diadema de la Virgen corona y diadema del Niño Jesús, que también fueron colocadas sobre las imágenes. Finalizado el acto, las autoridades eclesiásticas y civiles se trasladaron a la sacristía principal del templo-basílica donde, en presencia del notario de Arucas, don Pedro Jesús González Perabá, se procedió a la lectura y firma del acta por la cual don José Hernández, presidente ejecutivo de la comisión organizadora Pro desagravio a la Virgen del Pino, entregaba la corona al Obispo de la Diócesis, con la condición de que deberá quedar adscrita a la imagen de la Virgen y del Niño en las mismas condiciones que lo fueron, en 1905, con motivo de la coronación canónica, dejando constancia histórica de la fe, devoción y generosidad con que el pueblo canario ha sabido corresponder a cuantos favores ha recibido de la Santísima Virgen».
Cuatro días más tarde llegaba Vicente Enrique y Tarancón para la novena.
Límite de sesiones alcanzadas
El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a las vez.
Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Sesión cerrada
Al iniciar sesión desde un dispositivo distinto, por seguridad, se cerró la última sesión en este.
Para continuar disfrutando de su suscripción digital, inicie sesión en este dispositivo.
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.