
Los carnavales rurales y el casino de Teror
Los carnavales se 'corrían' del domingo por la mañana a las doce de la noche del martes, en una verbena continuada
José Luis Yánez
Cronista Oficial de Teror
Domingo, 9 de marzo 2025, 22:51
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José Luis Yánez
Cronista Oficial de Teror
Domingo, 9 de marzo 2025, 22:51
El carnaval tenía en la población de Canarias ese aire de entronque rural, en el que para el ocultamiento del disfraz se aprovechaba lo viejo, ... lo caduco, lo inservible. Por ello, por esa simpleza en las pretensiones, el carnaval logró pervivir en nuestros campos pese a las prohibiciones de tantos años de intransigencia ante estas fiestas; y las cantinelas del ¿Me conoces, mascarita? y ¡Una peseta o un huevito! no dejaron nunca de escucharse.
Esta cuestación de dinero, que venía de la antigua fisca que se pedía en siglos pasados, se solicitaba para continuar tradiciones relacionadas con ritos culinarios de estas fechas en las que era costumbre pedir la comida que se iba a consumir con motivo de la fiesta.
Los carnavales se 'corrían' del domingo por la mañana a las doce de la noche del martes, en una verbena continuada de estilo bullicioso y alegre, con bailes en el casino, parrandas y estudiantinas que visitaban las casas y grupos de mascaritas recorriendo los campos. Las casas estaban abiertas todo el día con una buena provisión de huevos. No importaba. Los que se daban por un lado, se recuperaban por otro.
Estos tres días terminaban el Martes de Carnaval. En algunos lugares tenían el regalo del domingo siguiente -el Domingo de Piñata-, en el que las protagonistas eran mayoritariamente las niñas y niños.
Pero con el Miércoles de Ceniza llegaba el fin de todos los excesos y tras la Quema de la Sardina, comenzaba la Cuaresma.
Ayuno y abstinencia, que desde el Vaticano tienen ya propuestas más sensatas en lo de no comer carne. O al menos así era antaño; que cuando el cura nos recordaba nuestra mortal condición con el 'memento homo quia pulvis es, et in pulveris reverteris' ya quedaba clarito que se acababan los desenfrenos, las malas inclinaciones, los pecados de la carne y aquello que nunca supe muy bien a qué se referían y que llamaban apetitos desordenados. El Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo siguen siendo días obligatorios de ayuno y abstinencia para los católicos; los viernes durante la Cuaresma sólo de abstinencia.
Pero como hay escape para todo, existía la Bula de la Cruzada, por la que se concedían privilegios, gracias e indultos, siendo el más extendido de ellos el llamado indulto de carne durante la cuaresma, debiendo sólo seguir quienes la adquirían, la obligación de observar vigilia todos los viernes de Cuaresma, guardar ayuno el Miércoles de Ceniza y ayunar con abstinencia el Viernes Santo.
Los más ancianos decían, no sin cierta sorna, que el Miércoles de cCniza se despedían los amantes para la mañana de pascua volver a lo que eran antes. Hoy muchos toman la opción contraria; se reafirman en que el tiempo que disfrutan de los placeres terrenales es muy poco, por lo que hay que apurar al máximo las posibilidades y si al final es verdad que en polvo nos convertiremos, pues que lo que se han de comer los gusanos que lo aprovechen los humanos al menos mientras las fuerzas no mengüen.
Antes, con el Miércoles de Ceniza llegaba el fin de todos los excesos del carnaval, la abstinencia cuaresmal dejaba su marca en toda la vida, se tapaban los espejos, los gallos se separaban de las gallinas y se miraba detenidamente en qué familias nacía algún retoño contando los nueve meses.
Por eso, los parranderos entonaban borrachos y tristes «ya se van los carnavales, cosa buena poco dura; ahora viene la cuaresma, el carnaval de los curas».
Así fue durante siglos, pero a mediados del siglo XIX las influencias capitalinas y la aparición de lugares donde el esparcimiento y la cultura hicieron que todo fuera cambiando poco a poco. Se seguían celebrando taifas, y los casinos de nuestros pueblos posibilitaron que el carnaval tuviera un lugar, un sitio para su celebración; no sólo las plazas, calles y caminos.
En el año de la inauguración del de Teror -1934- con la inquietud de comenzar cuanto antes, los miembros de la directiva de Juventud Unida organizaron dos eventos que sirvieron de prueba para ver si servían para aquello. El primero fue el Día de Reyes de 1934 en el que organizaron un baile amenizado por las orquestinas del propio Casino y la de la sociedad La Estrella de El Palmar. El mismo año se uniría la sociedad Bella Aurora de El Palmar y la Changai. Los elementos festivos que habían sido utilizados en las verbenas populares de las Fiestas del Pino desde principio de siglo aparecieron en los salones y patios del casino restaurado: tómbolas, telegramas, flores, sorteo de un reloj de oro, que llenaron la noche y la dominical madrugada del día siete.
El siguiente fue una verbena para el día 28 de enero en honor a las mujeres que habían organizado el evento anterior; esta vez en el Pabellón Cinema. Engalanado por Isaac Domínguez, empresario del mismo que llegaría a ser alcalde del municipio e inaugurando una colaboración que duraría muchos años. Debutó la orquestina del casino ya perfectamente integrada después del ensayo de Reyes. Tras el éxito alcanzado, decidieron celebrar la inauguración solemne del Casino de Teror para los carnavales de aquel año. Así, el 11 de enero de 1934 se celebró con asistencia de invitados de toda la isla el baile de Domingo de Carnaval que iniciaría la andadura histórica del casino de la villa mariana. Los bailes se repitieron, como es preceptivo, el lunes, el martes y al domingo siguiente con la Piñata para los hijos de los socios.
Teror quedó encantado. Aquello sí eran fiestas. En un pueblo gobernado por personas mayores, comerciantes casi todos y más interesados en ganar dinero con los peregrinos que en hacer festejos; éstos quedaron en manos del pujante recién nacido Casino Juventud Unida. En las décadas siguientes, a través de sus directivas que pasaron por infinidad de situaciones no todas ellas agradables, el fútbol, el teatro, la pintura o la poesía pasaron por sus manos, en una suerte de Concejalía de Cultura y Festejos a la que la corporación dejó el encargo de dar ambas cosas a terorenses y foráneos.
Y como la prueba de los carnavales del 34 habían sido un completo éxito; al año siguiente con la seguridad que daba lo bien hecho, tomaron ejemplo de Cardones, Tamaraceite, el Círculo Arenales, el Círculo Mercantil o el Teatro Pérez Galdós con las iniciativas de Amigos del Arte, Néstor de la Torre; e idearon un fantástico carnaval nunca visto por las calles terorenses que mereció público reconocimiento de los integrantes de la corporación, que en sesión municipal celebrada el 26 de febrero de 1935 accedieron a la solicitud de subvención que presentaron conjuntamente un grupo de vecinos y concedieron a Juventud Unida la cantidad de trescientas pesetas como ayuda para los actos del carnaval, que ya dejaba de ser sólo para el casino y pasaba a ser un acto organizado por el mismo y patrocinado por la municipalidad.
La juventud terorense, que se quejaba de años de apatía e indiferencia por parte de los políticos hacia sus necesidades, afirmaron su adhesión a la decisión municipal. El programa comenzó el domingo tres de marzo con una cabalgata en la que todos los que quisieron acompañaron a las dos carrozas inspiradas en motivos y música de la zarzuela 'La Rosa del Azafrán' y el coro de Los Betuneros. A las seis de la tarde se celebró el baile de cintas de niñas y niños en el Pabellón, para terminar a las nueve de la noche con un baile de disfraces en el casino. El lunes a las diez de la mañana, en el Pabellón y con entrada libre, se celebró un concurso de estudiantinas en el que obtuvo el primer premio una de Las Palmas, y el segundo otra del barrio terorense de El Rincón. A las cuatro de la tarde, también en el Pabellón, un baile amenizado por las estudiantinas, gramola y piano; en el que se prohibía terminantemente la entrada de hombres con la cara tapada.
El martes de Carnaval desde las seis de la mañana, y siguiendo la tradicional costumbre de ir a tomar café a la plaza del Pino, se colocaron mesas distribuidas por la misma y las personas de la comisión sirvieron churros con café a todos los que se presentaron, por una mínima colaboración. Se llamó a todas las puertas del pueblo para que nadie tuviese vergüenza en asistir.
A partir de las cuatro de la tarde, la gran batalla de confetis, flores y serpentinas desde el Paseo González Díaz, pasando por la calle Real -entonces Baldomero Argenta- para acabar en la plaza tuvo un éxito impresionante pese a la lluvia que cayó durante el recorrido. Aunque mojados, todo el mundo acabó en el casino aquella noche, víspera del Miércoles de Ceniza.
La comisión tuvo gran interés en avisar de que aquellas fiestas eran de carácter público y que fueran partícipes todas las familias de los barrios de la villa; pues «además del derecho que tienen a ello, su concurso se hace necesario». La sociedad Casino Juventud Unida de la villa de Teror siguió colaborando aquel año con el ayuntamiento, organizando las celebraciones del Día de Las Marías.
Tras el término de la Guerra Civil, el casino fue durante décadas hasta su cierre, el verdadero motor cultural y deportivo de la villa.
Adquirido por el ayuntamiento en 2021, nada mejor por ello que la decisión de convertirlo en Centro de Mayores para que esta edificación siga integrada con plenitud en la vida, la sociedad y la cultura del pueblo de Teror. Y también en sus carnavales.
¡Bonito fuera!
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