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De la misma forma que los navegantes usaban estas torres de señalización luminosa como referencia en sus travesías, el Faro de Punta de Sardina es un lugar privilegiado que invita a la reflexión, a la paz y al disfrute de todos aquellos que lo frecuentan. Un espacio al que acudir siempre que se pueda y en donde nunca se va a tener prisa por marcharse.
A apenas 30 minutos en coche desde la capital grancanaria, este pequeño paraje perteneciente al municipio de Gáldar, reúne varias de las condiciones que uno más sabe apreciar: un majestuoso atardecer, unas vistas que no dejan indiferente a nadie y el relajante efecto de las olas del mar en su choque con las rocas.
En un espacio que afortunadamente se mantiene con un aspecto aseado pese a recibir visitantes diarios y ser testigo de bocados y tragos, se puede apreciar en el horizonte la famosa cola del Dragón, esa imponente formación sinuosa de acantilados que parece inalcanzable vista desde la distancia y que alberga algunos de los tesoros mejor guardados del norte de Gran Canaria , como la playa de Guayedra, la playa inaccesible de Faneroque o valles frondosos y senderos que conducen al Parque Natural de Tamadaba o las ocultas formaciones de roca blanca en la Punta de las Arenas.
Poco se puede decir de la inmensidad del mar que le rodea. En un día en el que el oleaje esté bravo, la espumilla del mar llega incluso a mojar la piel de aquellos curiosos que se acercan un poco más allá del faro. Con la vista al frente, con el sol ocultándose entre las nubes, los oídos abiertos para escuchar al mar que tanto nos ha dado y con el rabillo del ojo izquierdo apreciando el paisaje, se me dibuja una sonrisa de forma casi automática, solo con el hecho de imaginármelo.
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En definitiva, una estampa de postal y con un cierto aroma romántico, que se antoja como un lugar idílico para disfrutar de los tres mayores atractivos de Gran Canaria: sol, playa y montaña.
En los tiempos que corren, en donde reina la impaciencia, el hazlo ya que tengo prisa, donde las cosas van a mil por hora, todo el mundo necesita su rincón para desconectar del ruido y el gentío de las grandes urbes. Como hombre de ciudad que siempre he sido, aquí encuentro un sitio donde paralizar el tiempo.
Si se va desde la capital, es un recorrido de apenas 35 kilómetros que no tiene pérdida alguna. Si prefiere ir pegadito a la costa, podrá usar la GC-2 hasta su kilómetro 28 donde será necesario tomar la salida 25 para entrar a la GC-202. Luego solo habrá que seguir las señales que te llevan al faro.
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Sara I. Belled y Leticia Aróstegui
Doménico Chiappe | Madrid
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