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«El incendio ha sido un toro bravo. Quería dar cornadas a todo»

«El incendio ha sido un toro bravo. Quería dar cornadas a todo»

El jefe de Seguridad del Cabildo de Gran Canaria se ha convertido estos días en la cara de la lucha contra el «voraz» incendio sufrido en los últimos días. Grillo, con una dilata experiencia en la lucha contra las llamas, explica en esta entrevista cómo se afronta la lucha contra una «bestia con personalidad propia» a la que «hay que buscarle su debilidad». Reconoce sin embargo que, en los malos momentos, aún duda de su capacidad

Miércoles, 21 de agosto 2019, 23:57

— Se ha convertido en la cara más visible de la lucha contra el gran incendio de estos días, ¿como lleva ese papel protagonista?

— Bueno, unas veces pones la cara para que te den golpes y otras para recibir aplausos. Va en el cargo, imagino yo.

— ¿Cómo llega a jefe de Emergencias del Cabildo de Gran Canaria?

— Me formé como ingeniero forestal y empecé a trabajar en el año 2001. Desde entonces, he ido ocupando distintos cargos. Cada vez con más responsabilidades, hasta llegar hasta el puesto que ocupo en la actualidad.

— Entonces, ¿vivió en primera persona el anterior gran incendio que sufrió la isla en el año 2007 y que también tuvo un enorme efecto sobre la cumbre grancanaria?

— No. Ese año estaba en Tenerife, porque hubo un paréntesis entre 2005 y 2008 en que me fui a la península a ejercer distintos cargos en mi campo. Pero sí estuve en el voraz e impresionante incendio de ese mismo año en Tenerife -se declaró en el norte de la isla, obligó a desalojar a unas 2.000 personas de al menos una decena de municipios y afectó a un total de 2.600 hectáreas-.

— ¿Y de dónde le viene este interés por la naturaleza y, en especial, por defenderla de los incendios?

— Una experiencia, de pequeño, con diez años, me marcó. Yo nací en La Guancha y en 1983 hubo un gran incendio cerca de donde vivía -fue el 26 de septiembre de ese año y el fuego arrasó más de 1.000 hectáreas amenazando incluso el pueblo tinerfeño donde nació Grillo-. Me llegó muy cerca y además ese incendio fue muy parecido al que combatimos en 2007 en Tenerife, con un gran viento.

— En casi dos décadas luchando contra el fuego ya habrá visto y vivido de todo.

— Pues en realidad llevo más tiempo, porque en los años 90 ya participaba como voluntario en incendios como el de El Morisco (Santa Lucía de Tirajana). Además, hay que pensar que cada año desde el Cabildo de Gran Canaria actuamos como media contra 20 o 40 fuegos. En total, contabilizo en mi vida unos 10 o 12 grandes incendios contra los que me ha tocado luchar en primera línea o como responsable.

— Cuando no hay fuego, ¿en qué consiste su trabajo diario?

— Fundamentalmente en mantener la maquinaria totalmente engrasada para cuando sea necesario actuar. Comprar los materiales necesarios, formar a los profesionales y voluntarios, tener listos los planes de prevención y el operativo. Tengo a mi cargo un equipo de 240 personas en el Cabildo de Gran Canaria, a lo que se suma la coordinación con los ayuntamientos y demás para actuar en caso de emergencia.

— En todo ese tiempo, ¿qué experiencias negativas le han marcado más personalmente?

— Tengo dos momentos profesionales muy malos que me han marcado. El primero cuando falleció una mujer en el incendio de hace dos años en Gran Canaria -fue en el incendio de Tejeda de 2017, cuando perdió la vida una vecina de San Mateo intentando salvar sus ovejas-. En esos momentos, como responsable de la seguridad, dudas mucho de ti, de tus decisiones. Le das vueltas a si hiciste lo correcto, a si se podía haber hecho más...Dudas de todo.

— ¿Y cuál fue ese otro momento más duro en lo personal?

— Cuando murió un gran profesional y amigo en el incendio de 2016 en La Palma. Lo conocía mucho y fue un golpe muy especial. Esas cosas te van marcando en lo personal y te hacen dudar de tus capacidades -ocurrió en La Palma en el año 2016 cuando falleció el agente forestal de la Unidad de Medio Ambiente del Cabildo de La Palma Francisco Santana mientras trabajaba en el incendio que se declaró en el sureste de la isla-.

— ¿Ha tenido algún accidente grave durante estos años?

— Una vez se hundió un techo en el que estaba y caí. Pero solo sufrí un esguince porque me quedé colgado de los brazos. En 2004 en Ariñez, el fuego nos cercó y perdimos un coche. También recuerdo en 2017 que nos confinamos en Los Pechos 28 personas para recibir fuego de copa.

— ¿Esa dilatada experiencia es la que le hace hablar de los incendios como de seres con personalidad? Oyéndolo en las ruedas de prensa parece que define a un animal sobrenatural con sus propias características

— Cada fuego es distinto. Es como una animal salvaje, como un monstruo. A veces empieza como un bicho pequeño que solo enseña la patita y después van creciendo, mostrando los dientes, las garras. Da la sensación de ser un animal, con sus trucos y sus engaños. Intenta que te equivoques, que caigas en sus trampas y pierdas. Cada uno tiene su propia personalidad. Como analista de incendios, mi trabajo es buscarle sus puntos débiles. Y claro, no caer en sus malas mañas.

— ¿Y cómo definiría a la bestia con la que le ha tocado lidiar desde el pasado sábado?

— Ha sido como un toro bravo que sale a la plaza con ganas de arrasarlo todo, dando cornadas para todos los lados. Nos obligó de entrada a ponernos todos en jaque. A esperar a que bajara su nivel de voracidad y buscarle las vueltas.

— En su comparencia del domingo por la noche, usted reconoció que en ese momento el ser humano no tenía medios para luchar contra ese toro desbocado. Como especialista en la lucha contra el fuego, ¿cómo se siente cuando ve que es imposible hacer nada, que el fuego arrasa bosque y casas sin control?

— Es muy duro, pero te tienes que recomponer y buscar soluciones. La experiencia te va enseñando que hay que ser consciente de que hay que perder batallas para ganar la guerra. Muchas veces no queremos ver el problema y nos empeñamos en luchar con todo. Pero como jefe, mi obligación es explicarle a todos -estos días ha trabajado con un operativo medio de 600 personas- que hay que parar, repensar y recolocarse. Hay que dejar claro que hay momentos en que solo se pueden amortiguar los daños, dejar que el fuego siga y esperar.

— ¿Éso es lo que se hizo hasta la tarde del pasado lunes?

— Sí, hay que atacarlo directamente solo cuando se deja, cuando el tiempo o la orografía te da una oportunidad de ir a por él de forma más directa.

— ¿Se ha equivocado alguna vez en la lectura de la personalidad de un monstruo de fuego?

— Pues cuando por la mañana llego a casa de trabajar en un incendio de este tipo le doy muchas vueltas. Pienso en cómo se ha comportado en ese día, para comprenderlo y volver al siguiente a atajarlo según sus manías y trucos.

— ¿Debe de costar mucho dormir tras 12 horas de trabajo con tanto estrés y responsabilidad?

— Cuesta, pero te tienes que obligar a descansar porque hay para muchos días y es importante recuperar fuerzas. Hay que intentar desconectar totalmente. No poner la tele, ni informativos porque tener la cabeza limpia ayuda a afrontar las decisiones de forma rápida y efectiva.

— Ese domingo fatídico en que su cara lo decía todo abogaba también por racionar las fuerzas de los efectivos a la espera de que el fuego bajara su ritmo voraz, ya que estaba «fuera de capacidad de extinción»

— Es que la gente que trabaja en esto tiene que controlar el cansancio. Está comprobado que, a partir del tercer día, los profesionales que están en primera línea pierden capacidad. Por eso hacemos turnos de 12 horas, para recuperar fuerzas y volver en plenitud con tu equipo. Así y todo, a partir de ahora, una vez el incendio está mucho mejor tendremos que ir dando jornadas enteras de descanso para que se recuperen. Hay que dosificarse y volver a los pocos días, sobre todo porque los profesionales que han venido de fuera se irán pronto. El fin de semana habrá que empezar a revisar con más calma todo, y con un fuego de 112 kilómetros de perímetro tendremos que volver a estar a tope para hacerlo.

— Antes hablábamos de los peores momentos personales en su trabajo, ¿cuáles han sido los mejores?

— Son pequeñas cosas que te hacen ver el resultado de tanto esfuerzo. La noche del lunes por ejemplo, vimos conejos en Tamadaba y eso fue una gran alegría de cara a minimizar el posible daño en la fauna. También llena mucho cuando llegas a una zona y te encuentras un equipo totalmente agotado pero con los ojos llenos de alegría si han tenido éxito en su misión. Son pequeñas cosas gratificantes que te llenan, sobre todo el espíritu de equipo y el resultado que produce.

— Y en este incendio en concreto, ¿cuál ha sido su mejor momento personal?

— Hago el turno de noche y mi trabajo consiste en ir por los puntos más problemáticos para analizar la situación, y también para dar seguridad al jefe que está al frente del operativo en cada sitio. Analizamos la situación y tomamos decisiones, porque en este trabajo a veces dudas de qué hacer. En este caso, fue muy fuerte cuando temíamos porque el fuego entrara en Inagua. Ahí sabíamos que no podríamos hacer nada, por la orografía y que las llamas pasaría al sur con virulencia.

— ¿Qué pasó en ese momento crítico que le produjo tanta satisfacción?

— El fuego subía con mucha fuerza directo hacia el Juncal, la puerta de entrada a Inagua. Incluso valoramos abandonar una zona de viviendas, pero decidimos hacer una maniobra arriesgada y salió bien. Hubo suerte, que también es algo muy importante en este trabajo por el peso de la climatología. La cara de alegría de todo el operativo en ese momento de triunfo fue increíble. Una sensación única.

— Después de grandes incendios seguidos, imagino que se tomará unos días al menos de vacaciones.

— En mi trabajo, hasta que no pase el verano no hay vacaciones. Tenemos siempre que estar en alerta máxima todo el operativo. Pero desde que se pueda, iremos volviendo todos a la normalidad. A nuestros turnos habituales y también a hacer ejercicio y cosas que nos permitan quitarnos un poco el estrés.

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