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El Juzgado de lo Penal número 2 de Las Palmas de Gran Canaria ha condenado a una vecina de Castillo del Romeral, que responde al nombre de Ana María, a 16 meses de prisión como autora de un delito continuado de maltrato animal.
Además, también la inhabilita para el sufragio pasivo durante esos meses y le prohíbe tener animales o ejercer profesión, oficio o comercio que tenga relación con ellos durante un periodo de cuatro años. Del mismo modo, deberá indemnizar a las dueñas de los dos gatos, Negrito y Paco, que resultaron intoxicados por la condenada. Como acusación particular, ejercida por la protectora Prota, actuó la letrada Jennifer Benavente.
La sentencia, dictada por la magistrada Mónica Oliva el pasado 6 de febrero, considera probado que Ana María, en hora no determinada del 11 de julio de 2018, y con «evidente intención de atentar contra la fauna, esparció una sustancia venenosa, tipo insecticida, compuesta por oxamilo, en diversas zonas de su vivienda y aledaños».
Según reza en la resolución judicial, contra la que cabe recurso de apelación, colocó veneno en uno de los muros de su casa, una pared medianera y colindante con la vivienda contigua, además de en un bol que ubicó en los bajos de su propio coche, «todo ello con intención manifiesta de acabar con los gatos por allí merodeaban».
Entre los que resultaron afectados estuvo Paco, de raza común europeo, de 2015, y propiedad de una vecina, que tuvo diarreas, vómitos y fue hospitalizado el 17 de julio. Al final pudo salvarse. El otro, Negrito, un felino de raza persa de otra vecina, sufrió también vómitos y falleció.
La condenada aseguró durante el juicio que no sabía nada «en absoluto de ningún veneno» y que no ponía comida en su casa o dentro de su parcela, pero apunta la magistrada que esto choca con las declaraciones de tres testigos, que aseguraron haber visto comida, como pescado, sobre la tierra, en el patio interior de su casa. Uno aportó fotos. «Por mucho que la encausada niegue haber puesto veneno, es evidente que sí lo hizo», sentencia la magistrada, que no ve casual que luego los gatos que merodearon por su casa acabasen presentando los mismos síntomas de envenenamiento.
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