Vicente Hernández Santana, comisionado de la costa de Betancuria desde hace medio siglo, en el tablero de El Jurado.Javier Melián / Acfi Press
Vicente Hernández: el Señor de las Apañadas
Ganadería ·
De estirpe ganadera, participó con once años en su primera apañada. Es, desde 1975, comisionado de la costa de Betancuria. El BIC llovió por fin sobre esta costumbre milenaria que ha enseñado a los colegios, organizando incluso una apañada de mujeres
En la costa de Betancuria, esto es los terrenos comunales donde vive el ganado suelto, el silencio de la tarde sólo lo rompen el viento, el balido de los baifos y la mar rompiendo lejos en la Peña La Vieja. Son los dominios ganaderos de Vicente Hernández Santana, quien conoce mejor que nadie las majadas, los tableros, los barrancos y las fuentes de las poco más de 3.000 hectáreas del mancomún donde viven 1.400 cabras. A sus espaldas, medio siglo de comisionado de las apañadas de Betancuria en tres gambuesas.
«Miren, allí, debajo del risco aquel, hay una parida chiquitita». A los 79 años de Vicente no se le escapa ni una cabra, ni un baifo recién nacido, ni un cuervo planeando sobre las crías.
Cuando tenía once años, corrió por primera vez tras el ganado en la apañada de Monteagudo, en el municipio de Antigua. Desde entonces, no falta ni a una del calendario ganadero de Fuerteventura. En 1975 fue elegido comisionado de la costa de Betancuria, a donde se mudó con doce años con su larga familia de nueve hermanos: «yo era el hijo número tres de arriba para abajo»,.
De Las Peñas se cambió, siempre dentro del municipio de Betancuria, a la sombra de La Atalayeja cuando se casó y de allí no se ha movido, «siempre con el ganado».
Hernández Santana, en la Gambuesa Nueva, una de las tres gambuesas del mancomún de Betancuria.
Javier Melián / Acfi Press
De sus 68 años de apañadas, que esta semana el consejo de gobierno declaró Bien de Interés Cultural (BIC) inmaterial, le queda algo claro: «lo importante es reconocer que nos equivocamos y, si alguien quiere discutir, al barranco». En la costa de Betancuria, sus predios, se apaña cuatro o cinco veces al año, de febrero para adelante. Y lo hacen en tres gambuesas o corrales de piedra donde se reúne al ganado: Llano del Sombrero, más cerca de Ajuy; la Gambuesa Nueva, «que nadie nunca supimos cuándo se hizo, pero que la llaman la nueva desde los tiempos de mi padre»; y Janey.
Mira el silencio yermo del mancomún desde la Gambuesa Nueva y confiesa que no, «que no queda montaña en Fuerteventura que no haya andado con mis pies». Nieto, hijo y padre de ganaderos, Vicente es toda una institución con su sombrero negro y su naife a la cintura.
Cada apañada empieza sobre las 8.00 de la mañana, para que la solajera no haga estragos sobre las carreras de los apañadores a la hora de reunir las cabras con la ayuda de la lata y el bardino. El comisionado, es decir Vicente en Betancuria, distribuye a los participantes en tres grupos donde mezcla uno que sabe de ganado y del terreno con dos que no, unos para esa loma, otros para la degollada, en forma de abanico que se va cerrando en frente de la gambuesa. «El que sabe, va en medio de los que no. De esa manera, no dejas que las cabras te cansen».
Así van tocando al ganado hasta la gambuesa donde apartan a los baifos para ahijarlos, que es buscar a su madre para saber quién es el ganadero propietario de las nuevas crías. En Betancuria, ya se apañó en febrero y el comisionado sabe el número de baifos de este año: 400. «A los ahijados tuvimos que meterlos en esta parte de la gambuesa para que los cuervos no los mataran y en esta parte de aquí, donde están las sillas, ordeñamos a las madres que están cargadas de leche. Cuando están criando, no podemos apañar porque los desahijamos. Hay que esperar a que tengan los baifos unos 15 o 20 días».
Los años buenos, no hacía falta traer pienso y paja al ganado de costa. Con los años ruines, que son todos desde hace casi un decenio, Hernández Santana viene a echarle de comer a las cabras gracias a la subvención del Cabildo de Fuerteventura. «Si no viniera, no habría cabras aquí». El agua no es problema a este lado del mancomún de Betancuria porque los ganaderos hicieron un ere cerca del barranco del Hombre Muerto y allí se acercan a beber.
«La mejor flor es la soltura»
Coge en brazos un baifo para las fotos entre las decenas y decenas que le rodean e informa: «Macho, berrendo». Para, acto seguido, proclamar lo que ya se sabe: «Yo no dejo la ganadería por nada del mundo. Y eso que las cabras no dan días libres». Y defender una vez más el ganado de costa y el mundo milenario de las apañadas porque «la mejor flor para las cabras es la soltura. Encerradas en la ganadería, no comen mucha hierba, lo contrario de cuando están en la costa».
El comisionado, con un baifo berrendo.
Javier Melián / Acfi Press
Antes de dejar la Gambuesa Nueva, descubre un último secreto. «¿A qué no saben para que son esas piedras cumplidas? Esa de aquí y aquella de allá. Pues para que salga el agua cuando llueve y no inunde la gambuesa. Claro que, como no llueve, ni hace falta moverlas».
Vicente Hernández es uno de los seis comisionados de Fuerteventura y como todos ellos lleva años esperando por la declaración de BIC de las apañadas.
Antes y durante la tramitación de la catalogación, invita a los colegios a asistir a esta tradición milenaria. Un año vinieron los alumnos de Cocina del IES Puerto del Rosario a preparar platos con la carne de cabra de costa, recuerda con cariño, y otro organizaron una apañada de mujeres en la gambuesa de Janey.
Cuando se despide, no falta la invitación. «Cuando vaya a apañar la próxima vez, los aviso».
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