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La alimentación del ganado vive una pequeña revolución en Fuerteventura gracias al cultivo de un forraje que podría comenzar a extenderse en próximos años a la vista de los primeros resultados positivos en la granja de Juan Bernardo Fuentes en Tetir. El forraje en cuestión se cultiva en una habitación o módulo sin ventanas, no necesita tierra y se desarrolla solo a base de agua con un nutriente y luz artificial. Este tipo de forraje, que en este caso concreto se cultiva a partir de semillas de cebada, se conoce como verde hidropónico debido precisamente a que no necesita tierra; tan solo agua y luz así como unas condiciones específicas de humedad ambiente y de temperatura que se regulan a través de un programa informático.
No menos importantes son las labores diarias de mantenimiento del módulo para evitar que, ante la alta densidad de humedad, crezca el dañino moho que daña al cultivo. La idea de producir este forraje en su propia granja surge tras Feaga en 2015, donde el proveedor exhibía el sistema, cuyo módulo estuvo a disposición en la Granja de Pozo Negro y Juan Bernardo Fuentes tuvo oportunidad así de familiarizarse con el mismo. Más tarde decidió adquirir su propio sistema para su explotación en Tetir y empezó a sembrar desde noviembre de 2016. Y desde entonces hasta ahora.
Juan Bernardo Fuentes produce hoy 300 kilos de forraje al día, lo que supone el 50% de todo el forraje que consume su cabaña de unas 350 cabezas de ganado caprino, así como en mucha menor cantidad ovejas y otros animales; el resto de forraje lo adquiere de importación y mayormente son las tradicionales pacas de alfalfa seca con las que están familiarizados todos los ganaderos de la isla, así como en menor proporción millo y otros cereales. Bernardo Fuentes calcula que hoy su cabaña se alimenta en un 80% de forraje (el 50% de verde hidropónico y el otro 50% de importación) y un 20% de millo y de una mezcla de cereales. Para producir 300 kilos de verde hidropónico al día es necesario plantar diariamente 42 kilos de semillas.
El crecimiento del verde hidropónico hasta que tiene un tamaño óptimo dura una semana, cuando se recoge y se pone en los comederos de los animales. El módulo de cultivo cuenta con dos pasillos. Cada pasillo tiene siete hileras, cada una encima de otra, y en ellas se colocan las bandejas donde se cultiva el forraje. En una primera hilera se colocan las semillas germinadas sobre las que se dispersa agua y proyecta luz bajo unas condiciones fijadas por un programa informático. A medida que el forraje crece, las bandejas se van cambiando de hilera hasta llegar a la del séptimo día, que es cuando el verde hidropónico tiene un tamaño idóneo.
En base a la producción diaria, Juan Bernardo Fuentes estima que recoge 109,5 toneladas de verde hidropónico al año, una cifra nada desdeñable que, además, tiene otro aspecto atractivo para los ganaderos: el coste de producción. Un kilo de forraje seco de importación sale hoy en Fuerteventura por unos 32 céntimos, precio que además ya está subvencionado, mientras que la alfalfa seca que se produce en Fuerteventura es muy escasa y de precios prohibitivos. Sin embargo, un kilo de verde hidropónico producido en la granja de Bernardo Fuentes tiene un coste de unos 10 céntimos, mucho más barato que las otras dos opciones anteriores.
Juan Bernardo Fuentes destaca entre las ventajas del forraje hidropónico que «mejora la salud del animal y hace que el nivel de proteína y grasa en la leche sea alto», además de que, como se ha dicho, el coste de producción es más reducido que comprar forrajes de importación. Además, estima que en su granja de Tetir puede ahorrarse unos 21.900 euros al año en forraje gracias al verde hidropónico de producción propia.
La adquisición del equipo de cultivo le conllevó una inversión inicial de unos 24.000 euros: «Es cierto que hay que hacer una inversión, pero la vida útil del sistema es larga y por tanto se puede amortizar», explica. Además existen subvenciones para adquirir el sistema. Entre las desventajas se puede destacar quizás que el mantenimiento del módulo de cultivo conlleva al menos unas cuatro horas de trabajo cada día, un tiempo que podría incrementarse para módulos de mayores dimensiones y producción.
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