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Sergio Perera Padrón regentó el bar, primero con su padre Teófilo y luego solo, situado en torno a la plaza de la ermita de Vega de Río Palmas, en el municipio de Betancuria. Javier Melián / Acfi Press
Sergio cierra el bar Perera y toda una época
Fuerteventura

Sergio cierra el bar Perera y toda una época

Negocios familiares ·

Tras doce años en el Sáhara español, Teófilo Perera y su hijo montaron primero un ventorrillo para las fiestas de la Peña, en Vega de Río Palmas, en el municipio de Betancuria, que luego fue un bar. Sergio se jubila tras 45 años de parrandas y de vida en el campo

Catalina García

Vega de Río Palmas

Sábado, 5 de octubre 2024, 23:14

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Las puertas del bar Perera, en Vega de Río Palmas, cierran después de 45 años de resonar las parrandas de las fiestas de la Peña, servir el café de la mañana antes de regar las papas, el refresco de los chiquillos a la salida de la misa, la carne de cabra compuesta de Ana María y el ron entre partida y partida de baraja de las tardes. Con la jubilación de su propietario Sergio Perera Padrón, que abrió en 1979 con su padre Teófilo al regresar de doce años de emigración en el Sáhara, clausura también una época de plantar chícharos y trigo hasta casi los riscos del macizo de Betancuria y del bar como lugar de reunión y de intercambio de noticias de lluvias, gavias bebidas, visitas al médico y nacimientos.

Sergio (Vega de Río Palmas, municipio de Betancuria, 1958) enseguida cuenta la anécdota más famosa del bar Perera en su casi medio siglo de vida: el hombre que entró con el burro en la cantina y pidió un cerveza. «Y claro, se la despaché, se la bebió y se fue con el animal». Aparte de cliente, era un primo de su mujer, con lo que no cabía negarse.

Sergio enseña las fotos antiguas de las parrandas de las fiestas de la Peña en su cantina. Javier Melián / Acfi Press

Antes de la cervecita con el burro, Sergio Perera Padrón pasó por otras vicisitudes de mayor calado. Con dos años, su familia emigró a La Palma a plantar como medianeros en las plataneras.

De allí, y previo paso por Vega de Río Palmas, el padre Teófilo Perera Cabrera se marchó para el entonces Sáhara español, a Villacisneros. Ana María Padrón y su hijo no tardaron en irse para allá, donde vivieron doce años y nació su única hermana, Elsa. Cuando pisó el Sáhara, Sergio tenía seis años «y me fui por el aeropuerto de Los Estancos» y volvió con 18 años a la isla.

En esos doce años fuera de la Vega de Río Palmas, comenzó a trabajar con el padre con un transporte que vendía agua por las calles de Villacisneros .«En realidad, siempre estuve trabajando con mi padre, salvo el año que me fui al cuartel».

Teófilo, el progenitor, murió joven en 1984, con 52 años, pero antes le dio tiempo de trabajar en todo. «Fue hasta contramaestre en el barco 'Gran Tarajal', que operaba precisamente entre Gran Tarajal y el muelle de Las Palmas».

El regreso a Fuerteventura tras la descolonización del Sáhara trajo la vuelta a cuidar las vacas, las cabras, plantar alfalfa y tomateros, sachar papas. «También trabajábamos los dos en los pozos, nuestros, pero pozos».

Una de las parrandas de Los Amigos del Jueves en las fiestas de la Peña, en el bar Perera. C7 / Javier Melián / Acfi Press

Hasta que una fiesta de la Peña de 1976 decidieron montar un ventorrillo. Claro que era lo que entonces se entendía como tal: bidones, hojas de palmera, una tabla como barra, «sin luz porque la cortaban pronto y sin nevera y la bebida había que meterla en un bidón con hielo para que se mantuviera fría». Eso sí, no fallaba «el compuestito de carne de cabra de mi madre Ana María Padrón Ruiz, de los Padrones de El Membrillo».

Esa semilla de ventorrillo transmutó en el bar Perera en 1979, en el mismo solar de la barra sostenida por bidones, que ya abría día tras día, hasta este 2024 que cerró antes incluso de la fiesta de la patrona insular y de la celebración de Los Amigos del Jueves. La vivienda del bar, que rodea la plaza de la ermita de la Peña, la levantaron padre e hijo.

«Yo resistí unos cuantos años más, pero mucho antes lo habían hecho los bares de Silvestrito cerca del colegio y de Ambrosio al lado mío. Aguanté porque todo lo que tenía era esto».

Mira las fotos antiguas del bar y comenta «buenas parrandas se echaron con timples y guitarras». Las fiestas de la Peña eran muy distintas a las actuales: «los peregrinos venían desde el miércoles, desde el jueves, y se quedaban en esos barrancos, de parranda en parranda día y noche». La gente llegaba a Vega de Río Palmas desde el norte y sur de Fuerteventura «y todos conocían mucho a mi padre, algunos habían ido con nosotros al Sáhara».

El resto del año, el bar Perera atendía a los vecinos de la Vega de Río Palmas que pasaban a echarse el café, la cerveza o el ron según la hora del día y el ritmo del trabajo. «Éramos el lugar de reunión del pueblo».

Esos clientes se fueron, o falleciendo los más mayores, o mudándose los más jóvenes ante la imposibilidad de construirse una casita en la Vega o en la cercana Betancuria. «No nos dejaban fabricar», resume, y el abandono del campo por otros trabajos fuera del municipio terminaron con casi todos los clientes. El mismo fue uno de ellos, mudándose a Tetir tras casarse. Sergio también buscó trabajo, pero al fallecer su padre no se lo pensó: al bar y al mundo rural de su padre, unas gallinitas, cuidar el huerto, las cabras que no falten.

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