Borrar
Vea la portada de CANARIAS7 de este miércoles 2 de abril de 2025
Rebeca Rodríguez Francés, patrona de Salvamento de Marítimo, en la playa de Ajuy. Javier Melián / Acfi Press
Rebeca o una vida rodeada del mar
Fuerteventura

Rebeca o una vida rodeada del mar

Salvamento marítimo ·

Con 25 años, la majorera se convirtió en la primera mujer de toda España al mando de un barco en Sasemar. Recoge la Medalla de Oro de Canarias 2023 este martes

Sábado, 27 de mayo 2023

«Qué vienen los chuchos, corran chiquillos». El primer mar que salpicó a Rebeca Rodríguez, Medalla de Oro del Gobierno de Canarias 2023, es la orilla de la playa de La Lajita, donde los marineros arreglaban el pescado al bajarse del barquillo y tiraban los restos al agua, lo que llamaba a los pescados malos.

De la infancia margullando en la Piscina del Coronel y tirándose desde el risco de El Pajero, pasó a socorrista en las playas de Jandía y luego a trabajar en los catamaranes de Morro Jable hasta que dio el salto a Salvamento Marítimo, donde se sumergió en otras aguas: en las de la inmigración, primero en Gran Tarajal, luego en Arguineguín con los primeros cayucos y en Los Cristianos. En medio, con 25 años se convirtió en la primera mujer de España al mando de una embarcación de Salvamento Marítimo y se asomó dos años al Mediterráneo, desde el puerto catalán de Roses (Girona), a 40 minutos de Francia. Ahora trabaja en el puerto de Santa Cruz de Tenerife y regresa al mar de Fuerteventura en sus días libres, ya desde Ajuy.

Formación y días de prácticas

El mar de la niñez de Rebeca Rodríguez Francés (La Lajita, Pájara, 1983) la marcó hasta en el elección de su profesión. «Me crié viendo a los marineros entrando y saliendo con los barcos, desde pequeña ya salía con una vecina a pescar en una chalana». Echando la vista atrás, la familia de su abuela materna procedía de El Cotillo y tenía patrones de cabotaje y mecánicos navales entre sus miembros, «antes tenían otros nombres estas profesiones, mi bisabuelo por ejemplo era timonel de barco. Yo creo que de ahí viene la raza perdida mía» y se ríe.

Javier Melián / Acfi Press

Creció y se dedicó primero a socorrista en las playas de Jandía, donde ya se rozó con el mundo de la seguridad y salvamento, «con lo que salí con el trabajo ya hecho de ayudar a la gente». Luego saltó a los catamaranes turísticos de Morro Jable como marinera. A los 18 años, se dijo que quería ser patrona y estudiar, por eso puso rumbo a la Escuela de Pesca de Lanzarote con 19, de donde salió como técnica en Pesca y Transporte Marítimo.

Sobrecogerse ante un cayuco

Ya tenía la formación y sólo le faltaban los días de práctica en una embarcación. «Me fui acercando a los muelles a los barcos que cumplían con el tonelaje porque necesitaba un año de marinera y otro de segunda patrona para conseguir la titulación».

Primero tocó Boluda sin éxito y luego Salvamento Marítimo en el puerto de Gran Tarajal, en el municipio de Tuineje, donde sumó horas de marinera desde agosto de 2015 hasta marzo de 2016.

De Gran Tarajal, ya metida de lleno en el rescate de los ciudadanos extranjeros con Salvamento Marítimo, saltó a Arguineguín, en Gran Canaria, en marzo de 2006 donde se dio de lleno con los primeros cayucos: «impresiona ver la cantidad de personas que cabe en un cayuco, que es una embarcación grande, de unos 18 metros de eslora, casi como los barco de Salvamar que tienen 21 metros».

C7

En el sur de Gran Canaria permaneció unos tres meses hasta que la destinaron hasta 2008 al puerto de Los Cristianos, en Tenerife, que en esos momentos recibía una avalancha de personas.

De aquellos casi tres años, quedó el sentimiento de pena que invade «cuando ves a los inmigrantes que llegan en muy malas condiciones físicas y emocionales». Por lo menos, van buscando una oportunidad que la vida le sesga a otros, «a los desaparecidos en los naufragios, que me ponen los pelos de punta. Y es que el mar es muy grande y duro para estos ciudadanos. Sus familias tienen la esperanza de que se salvarán, pero desgraciadamente desaparecen y no los encuentran, sin poder enterrarlos».

De esos casi tres años trabajando en el rescate de ciudadanos extranjeros también recuerda que «vivías para eso durante el mes de guardia: toda tu cabeza estaba en la inmigración, que el barco estuviera arranchado para la siguiente emergencia, preparada siempre para salir en la busca y la ayuda de estas personas».

Mando en Girona

En el puerto de Roses, en Girona, tan lejos de las aguas de la inmigración, Rebeca cogió el mando de una embarcación en 2008. Tenía 25 años y se convirtió en la primera mujer patrona de Salvamento Marítimo de toda España. A los dos años, salió plaza en Santa Cruz de Tenerife y allí está desde 2010.

No es sólo su trabajo, su vida está -como a ella le gusta decir- «rodeada del mar. Cuando estoy de días libres, voy a pescar, a hacer surf y vivo en Ajuy, junto al mar, en mis días libres».

Sobre la Medalla de Oro del Gobierno que recogerá este martes, Día de Canarias, lo tiene claro. «La medalla es realmente para Salvamento Marítimo, que me dio una oportunidad, y para todos mis compañeros».

Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

canarias7 Rebeca o una vida rodeada del mar