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Desde este lunes, la farmacia La Vieja vuelve a atender a sus clientes en el mismo sitio donde se abrió en 1948, en la entonces calle General Linares (actual avenida Primero de Mayo) con León y Castillo, en Puerto del Rosario. Olga Hortensia González Felipe ha convertido en realidad el último deseo de su abuela Hortensia: que la farmacia de su marido Manuel dejara de ser un recuerdo y se convirtiera en realidad.
Desde su reapertura, no ha pasado ni un día de esta semana en que a Olga (Tenerife, 1981) no le hayan dicho algo sobre sus abuelos. «Todo el que se acuerda de don Manuel, de doña Hortensia, ha venido a felicitarme, contento de que la farmacia vuelva a sus orígenes».
Ellos, sus abuelos, eran Manuel González Rosales, nacido en Arucas (Gran Canaria) y licenciado en Farmacia por la Universidad de Granada, y Hortensia Pérez Pérez (Puerto de la Cruz, Tenerife, 1924-Puerto del Rosario, 2019). Don Manuel, como todos le llamaban, arribó en 1948 para abrir la primera farmacia de Fuerteventura, Hortensia llegó más tarde tras la boda.
La nieta oyó desde niña los relatos de la única farmacia de la isla, por lo que venían personas de todos lados para preguntar y comprar medicamentos, sin receta y sin nada, a veces tras un día en burro y otro día más de vuelta. «Sólo había un coche o dos, y la gente llegaba hasta la farmacia como podía. Sin horarios, tocaba en la puerta y, a la hora que fuera, se les atendía». Uno de esos primeros coches fue el de su abuela, que se convirtió así en la primera mujer con carnet de conducir de Fuerteventura.
La farmacia estaba conectada con la casa de los abuelos y por allí pasaba la niña Olga Hortensia cuando salía del colegio. «Yo no lo recuerdo, pero la gente me cuenta que mis abuelos siempre tenían un porrón de agua fresca y un ejemplar del periódico deportivo Marca, con lo que venían a por agüita, a ojear el periódico y charlas, de manera que la farmacia funcionaba como punto de encuentro».
La puerta de al lado, la de la casa familiar, también estaba «siempre abierta, con el ganchito puesto. Yo entraba por la puerta y siempre mi abuela Hortensia tenía una visita sentada a la mesa, comiendo bizcocho con mantequilla». Doña Hortensia no había estudiado Farmacia, pero traía consigo una historia de lucha antifranquista en su familia. Su padre, exportador de tomates, fue prisionero en 1936 y murió en el exilio en Inglaterra. «En mi casa siempre fuimos de izquierda, no sólo mis padres, sino diez de mis once hermanos éramos rojos», relataba la histórica militante socialista de Fuerteventura, que fue nombrada hija adoptiva de Puerto del Rosario en 2009.
Cuando le tocó a Olga elegir carrera universitaria, no lo dudó ni un segundo: farmacéutica, como su padre Manuel González Pérez, y como su abuelo don Manuel. En 2012, cuando terminó sus estudios, con su marido Bruno Márquez empezó a hacer realidad el último deseo de su abuela que culmina ahora.
«Por supuesto que no le decían la farmacia La Vieja desde el principio sino que, cuando empezaron a abrir otras en Puerto del Rosario, todo el mundo decía vengo de La Vieja o voy a ver si encuentro tal medicamento en La Vieja. Y así se quedó, en honor a a mis abuelos, como un guiño a los que les conocieron».
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