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Con cuatro años, sus padres le compraron el primer timple. Hoy, con 34 años ha recorrido medio mundo con su música, desde Lisboa a Bamako,
- Los músicos de su grupo le piden que hable menos en los conciertos, ya sabe, entre canción y canción. ¿Les hace caso o habla más que toca el timple?
- Lo logro de vez en cuando. Soy una persona que, si estoy a gusto, hablo. Pero muchas veces tengo que controlarme porque se va el tiempo y el público viene a oír música y no a escuchar las batallas mías. ¿Te digo una cosa? Me gusta hablar porque me relaja un montón y conecto con la gente, creo que la música es compartir sentimientos y expresarse y como la música sola no cuenta nada, pues me gusta contar la historia antes de cada tema.
-El título de su último trabajo, Sostiene Pereira, es el del libro de Antonio Tabucchi. ¿Se leyó usted la novela?
-El título lo propuso Manolo González. Sinceramente, no me he leído la novela, pero sí vi la película y leí un par de artículos para saber de qué iba. No tenía tiempo, aunque ( se ríe) en ese momento no tenía al chiquillo.
- Usted va de maestro en maestro: Esteban Ramírez desde los cuatro años, Domingo El Colorao todo este tiempo y ahora Julio Pereira con Sostiene Pereira. De poder elegir, ¿quién sería el próximo?
-Elegiría a montones, sin embargo me quedo con mis padres, Francisco y Ana. Si no llega a ser por el apoyo de ellos, qué va, no hubiera sido quien soy. Aunque suene cursi, pero es así.
- ¿Cómo se gestó este trabajo musical entre Lisboa y Fuerteventura?
-Yo actuaba en los hoteles de Jandía en ese momento y me quedaba durante tres o cuatro días por las noches en la furgoneta en la playa del Salmo, que es desde donde hacía las vídeoconferencias . Yo le preguntaba, mira Julio, qué te parece cómo quedó este tema y se lo tocaba. El, en Lisboa lloviendo; y yo, en Fuerteventura en ropa interior por el calor, entonces me pedía por favor te puedes poner por favor unos pantalones (y se ríe durante un rato).
- Una más sobre su trabajo 'Sostiene Pereira': explica que no hace ni folklore de Portugal, ni folklore de Canarias. O sea, que ni fados, ni isas. ¿Cómo definiría la música que suena?
-Lo que suena es mi forma de interpretar las diferentes músicas. Julio Pereira compuso los temas y entonces fue traer su cultura a mi forma de expresarme con la música. El tenía sus composiciones y música, pero yo no las sentía de su manera, por lo que tuvimos que llegar a un consenso.
- Su nombre significa gente valiente en la lengua prehispánica de Fuerteventura y de ningún modo procede del nombre de un complejo turístico. ¿Se lo explicaron sus padres?
-Claro que sí, aunque yo siempre digo lo mismo: me pusieron ese nombre antes de nacer, me lo llegan a poner después y me lo quitan porque soy un cobarde. Le mando para adelante, pero lo pienso mucho. Me cuesta mucho tirarme a la piscina, aunque una vez que estoy dentro, lo doy todo. Eso sí, siempre necesito mi lugar, mi zona de confort, para impulsarme, para dar un pisotón en el suelo y decirme sí, soy valiente, soy un althay.
- Usted explica que los músicos deben intentar desconectar de sus problemas cotidianos al público que acude a los conciertos. ¿Le comenta el público tras los conciertos que sí, que sus temas son como una terapia o mejor una forma de evasión?
-El otro día, en uno de los conciertos en Gran Canaria, seme acercó una señora y me comentó, tratándome de usted, que la horita que había estado escuchando el concierto se le había olvidado la muerte del hijo, fallecido hace un año. No sabía si decirle gracias, si qué. Me dejó fuera de combate. Es lo más impactante que me ha pasado. En general, si la gente está contenta, yo estoy contento. Cuando empiezan a arrancar los aplausos, me gusta que sea recíproco y que el público interactúe con los músicos.
- ¿Qué pasó en el concierto que ofreció en Bamako (Mali) en 2014 que tanto le alucinó?
-El respeto del público fue tremendo. Cuando actúas aquí, te dan ganas de decir que, chacho, bajen la música de los cochitos porque hay concierto. Allí, se hizo silencio cuando empezamos a tocar y hasta nos hicieron un pasillo al terminar mientras aplaudían. Yo pensé que hasta me iba a desmayar, te lo juro. Era un respeto máximo a las personas.
- Su primer instrumento, lo cuenta en muchas de sus entrevistas, fue una lata de galletas con la que hacía la percusión en las tardes con su abuela Amparo. ¿No prefería comerse las galletas en vez de sacarle ritmo a la caja?
-Primero nos comíamos las galletas para que la caja estuviera vacía y la llenábamos de las anillas de las cortinas de la tienda de mi abuela y así sonaba mejor. Lo tengo en mente como si fuera ahora. Mi abuelo me consiguió una guitarrita de juguete, de plástico, y fui avanzando hasta que mis padres me compraron un timple por 5.000 pesetas con cuatro años, que lo tocaba y se hundía todo, parecía aquello plastilina, de la madera tan finita.
- ¿Una de esas canciones que le hace llorar es ...?
-Ñoos, todo depende del momento y de cómo me trinques.
- ¿Y para bajo la ducha, qué canción prefiere?
-Es que yo, debajo de la ducha, compongo temas para el timple. El baño para mí es el sitio de ensayo, pero no lo pongas.
-El Gobierno de Canarias le concedió este año el Premio Canarias al Mejor Disco de Música de Raíz. ¿Qué entiende por música de raíz, o se le pregunto al Gobierno?
- Quizás música de raíz es por el timple que huele a mar, a tierra, a sol, pero en realidad yo no toco música de raíz, aunque no quita para que, cuando el concierto es fuera de Canarias, toco por ejemplo unas folías fusionadas que llamo folías swing por las vivencias que he tenido la suerte de compartir o intentar mezclar la música nuestra con otro tipo de músicas. Por eso me pondría que más bien hago música de fusión.
- Reconoció una vez que le gustaría haberse reencarnado en pardela: ¿por el canto peculiar durante las noches, por sus intentos de salir del nido cada año a principios de noviembre?
-Porque me gusta navegar, me gusta volar. Desde pequeño, que siempre he navegado con mis padres, las veía libres, atravesando el Atlántico a ras de las olas, cuando querían bañarse, se bañaban. Esta ave tiene todo lo que me gustaría hacer.
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