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Omar Santos es uno de los pocos isleños que han cubierto el conflicto bélico de Rusia y Ucrania en plena línea de batalla. Una experiencia que transforma, enriquece, conmueve y conmociona, toda una escala de estados de ánimo y sentimientos encontrados que afloran de manera camaleónica en un escenario que a cualquiera le cambia la vida. «Ver a la gente cruzar la frontera con Polonia tras recorrer y huir muchos kilómetros a pie, el verlas llegar a su ansiada meta era como un maratón sin precedentes», reconoce al atender la llamada de CANARIAS7. «Hace que hasta el ser humano más insensible del planeta suelte alguna lágrima».
Aquella imagen sintetizaba con nitidez su día a día en los límites geográficos entre Ucrania y Polonia. Ironías del destino, aquel país que había llegado a desaparecer de los mapas europeos durante 123 años se convertía ahora en el gran bálsamo de miles de ciudadanos oriundos de la extinta república soviética.
Pocos han sido los periodistas canarios que han realizado la cobertura mediática de la invasión a Ucrania en mitad de los escenarios en litigio. «Los primeros en viajar allí fueron David Perdomo y 'Juani' el cámara. Posteriormente fuimos Rebeca (Paniagua) y yo.... Ahí pierdo la cuenta», señala.
Tras varios años cubriendo directos en las islas entre la autonómica y varias productoras, no dudó ni un instante en probar la experiencia en territorio comanche. «Digamos que he estado trabajando de cámara donde casi nadie quiere estar. Me encanta la emoción y siempre he preferido probar a hacer las cosas antes de quedarme con la duda y el arrepentimiento de no intentarlo». Después de convivir entre noticias de asesinatos, reyertas y fenómenos naturales únicos como al erupción del volcán de La Palma, lo cierto es que el cuerpo «me pedía más. Me encanta cubrir la calle y estar de un lado para otro, aunque sea casi sin planificar nada». Por ello, cuando le propusieron desde su productora ir a la frontera ucraniana a cubrir el conflicto, no lo dudó ni un instante. Lo curioso es que, hasta ese momento, Santos no había salido nunca del país. Y, para más inri, «mi inglés es nefasto». Lo reconoce entre risas provistas de ironía.
Tras siete horas de vuelo rumbo a Cracovia, descubrió que en Polonia tampoco se destilaba mucho el inglés como segunda lengua o como alternativa a los turistas y viajeros, por lo que tuvo que echar mano del GPS y el 'translate' para poder moverse más allá del aeropuerto. Al día siguiente tomó rumbo al punto fronterizo de Przemysl, donde el rostro se le empezó a torcer paulatinamente con cada escena: «A las puertas de Ucrania ya podías ver oleadas de gente huyendo sin parar. Fue la primera bofetada de realidad, por definirlo de una manera». Entre refugiados, voluntarios de distintas ongs y militares se fusionaba todo un sinfín de sentimientos y secuencias a cual más llamativa. «Entre todos aquellos diálogos y sonidos que pasaban por nuestro alcance, uno de los que más nos llamó la atención era el de un piano peregrino que aderezaba aquella fría pero soleada mañana. Teníamos que averiguar de dónde venía. Resultó ser un joven voluntario que estaba tocando dicho instrumento. Eso sí, megadestrozado, pero eso daba igual». Ya ese mismo día Rebeca y él se lanzaron a la carrera de varios reportajes. «Me impactó mucho la escena de una abuela en silla de ruedas, que trataba de cruzar a Polonia con su hija y su nieta tras muchos kilómetros recorridos, en un improvisado maratón a ciegas».
«En un tiempo récord pasabas de ver la felicidad de las personas por salir de Ucrania y a los pocos segundos, en el mismo palmo de terreno, vislumbrabas la tristeza de miles de personas», reseñaba.
Tras convivir en el ecosistema del conflicto, Santos acumula un sinfín de anécdotas, algunas con más víscera que rabia, en los que el drama, la sombra de la muerte y el desconsuelo de entremezclan sin mitigarse. «Incluso nos llegamos a perder en una carretera en la que, de repente, solo veías tanques y carteles de 'peligro' en ucraniano».
Después de tres años de conflicto y con la vista puesta en una ambivalente tregua de difícil pronóstico, Omar extrae sus conclusiones: «Creo que lo primero que se debería hacer es esclarecerse toda la verdad para llegar a una resolución satisfactoria del conflicto. La guerra empezó diez años antes. Todo es cuestión de geopolítica y, al no haber transparencia, es imposible esclarecer al detalle cuál es la realidad. Y eso es lo más triste», concluyó.
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