Decía así: “Menos mal que nos queda Portugal / ante todo mucha calma y a capear el temporal / ¿que quiénes somos? ¿que adónde vamos? / somos los que hacen el balance de los daños”. Los versos corresponden al himno de presentación de Siniestro Total y de ellos se extrajo el título de un disco que está en los anales de la música pop española y también de la música más gamberra: ‘Menos mal que nos queda Portugal’. Eran los años 80 y la frasecita en cuestión resumía aquel principio de superioridad que sentían, y seguramente todavía sienten, muchos ciudadanos de la España peninsular respecto a sus vecinos occidentales. Porque, para España, Portugal era algo así como ese hermano menor al que siempre se le suelta una colleja en la nuca cuando está recién llegado de la peluquería.
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Pero ya no vale. Porque Portugal no solo ganó Eurovisión cuando España hacía un ridículo espantoso, sino que se rompió la vieja tradición según la cual los lusos siempre nos regalaban algún punto porque eran de los pocos que entendían la letra de nuestro representante y la habían escuchado alguna vez. Con Manel Navarro, ni eso. El joven cantante español entra por derecho propio en los momentos que siempre serán recordados cuando toque hablar de ridículos en Eurovisión: está Remedios Amaya manejando su barca rumbo al desastre, está Edurne dando gritos y está Navarro con un gallo que esa misma noche dio mucho juego en las redes sociales.
Solo se equivoca el que hace algo, pero no es consuelo suficiente. Porque el gran error, el pecado original, no está tanto en el pobre de Navarro, que enterró su carrera musical a las primeras de cambio, sino en Televisión Española, que parece empeñada, año tras año, en hacerlo peor. Y encima llegan los portugueses y se encargan de recordarnos que en Eurovisión también es posible ganar con una canción mínimamente digna, sin necesidad de cabriolas en el escenario, sin convertir a los cantantes en unos payasos y sin recurrir al folklorismo más rancio.
De Navarro nos acordaremos una temporada, pero no está de más que Televisión Española explique con claridad cómo pudo llegar a Eurovisión y el coste de la factura. Porque el dinero sale de los impuestos de todos, de manera que si entre todos pagamos el bochorno nacional, pues al menos que nos digan cuánto sale por cabeza.
Dicho lo anterior, será cuestión de recuperar el citado disco de Siniestro Total para reconciliarse con la música. Pero si alguien cae en la tentación, una sugerencia: hágalo discretamente, con los auriculares para que alrededor nadie escuche las letras. Lo digo porque en estos tiempos en que la corrección política se ha convertido en tiranía y en que el sentido del humor bárbaro se paga con denuncias en los tribunales, aquellas letras de Siniestro son un golpe en la línea de flotación de tanta hipocresía institucionalizada.
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