Es tal el hartazgo que me produce el dichoso coronavirus que ni la brillante cuenta de Twitter que lleva su nombre compensa ya. Después de semanas copando todos los titulares, con cada fallecido, sin importar el punto del planeta en el que se produzca la defunción, abriendo los telediarios, los médicos piden con desesperación no contribuir al alarmismo. Pobres ilusos, no saben que aquí la gravedad o la incidencia de la enfermedad en la población es lo de menos. Lo importante es vender, vender mucho. Ayer se podía leer bien grande en el ABC: «Ya han muerto más de 3.000 personas en todo el mundo por el Covid-19». Una cifra impresionante... Si no se compara con la que presenta otras afecciones comunes. La letalidad del coronavirus oscila entre el 2 y el 4% en Wuhan, y el 0,7% en el resto del planeta. Es decir, una proporción de supervivencia del 99,3% en Europa. Estos porcentajes no justifican la campaña del miedo que se ha creado. Sobre todo porque en los enfermos que no han sobrevivido suele haber otras patologías asociadas además de la propia infección. ¿Qué deberíamos hacer entonces con la gripe, que según la OMS causa de 290.000 a 650.000 muertes al año?
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Y ya si nos vamos a otras infecciones mucho menos comunes en España -como ocurre con el propio coronavirus, ya que solo se han registrado 120 casos de contagio entre nuestras fronteras-, la diferencia es abismal. El Ébola, por ejemplo, tiene una tasa de letalidad del 50% y la rabia del 95%. Es verdad que son enfermedades propias de países con un sistema sanitario deficitario, pero aunque los muertos sean en su mayoría habitantes del tercer mundo, sus vidas valen lo mismo que la de un italiano o un estadounidense.
Porque en el famoso Covid-19 lo realmente grave, además del desconocimiento que se tiene sobre la enfermedad, es que su propagación no está controlada. La lucha es evitar que se convierta en una pandemia, pero esto no justifica generar histeria. Vemos las farmacias con las existencias de mascarillas agotadas y a gente que realmente las necesita sin poder acceder a ellas. Incluso algunas marcas de lujo, a las que esta esquizofrenia injustificada les viene que ni pintado, han sacado sus propios modelos a precios desorbitados. «Existen muchos intereses en magnificar el peligro porque este tratamiento exagerado consigue sustanciosos rendimientos económicos», asegura la Federación de Asociaciones en Defensa de la Sanidad Pública. Desconozco si será así, pero lo que es evidente es que tanto alarmismo es contraproducente.
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