El adelanto electoral y el pacto nacionalista para el 10-N ha congelado la tensión y la crisis interna en Coalición Canaria después de perder todo el poder en Canarias. Ningún partido político puede evitar la crisis que deja la pérdida del poder y ningún líder sale indemne tras los graves errores que llevan a su partido a la oposición. Mucho menos Coalición Canaria, una formación que ha permanecido unida gracias al poder regional e insular que acumuló durante años y en la que conviven sensibilidades políticas e intereses económicos de diversa procedencia.
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Ningún partido que fracasa estrepitosamente puede mantener los principios, postulados y estrategias que le llevó a la oposición. Ninguno puede permanecer al margen de una renovación interna, de ideas y de líderes. CC tiene pendiente esa tarea y ajustar cuentas en un proceso de crisis que podrá ser civilizado o una espantada sin precedentes si los que ahora mismo manejan los hilos del partido no bajan del pedestal de la soberbia y son capaces de ser generosos. O ellos abren ese proceso después de las elecciones generales, y la detonación puede ser controlada, o se lo abrirán a la fuerza y la honda expansiva puede acabar con el histórico proyecto. El primer síntoma público de este proceso nos lo ha servido Lucas Bravo de Laguna. Pretende dejar el grupo parlamentario de CC y pasar al grupo mixto para tener voz propia en el Parlamento de Canarias. Los argumentos suenan a excusas civilizadas, lo que en el fondo sólo es un desmarque calculado y un revés para la fuerza política con la que acudió a las elecciones. Lucas Bravo cometió un error de cálculo. Se presentó a las elecciones en la convicción de que nada cambiaría en Canarias y que alcanzaría una cuota de poder desde Gran Canaria y ahora quiere reescribir sus opciones y posicionarse en la inevitable crisis que sabe que se avecina.
Los Bravo han movido ficha y lo hemos sabido, pero dentro de CC, desde el mismo día que se perdió el Gobierno regional, existen importantes movimientos en distintas direcciones, pero todos encaminados a ajustar cuentas con los responsables del fracaso, redirigir el partido hacia el centro progresista, quitar el poder a ATI y posibilitar la unidad nacionalista con Nueva Canarias, auténtica triunfadora en este proceso. Las reuniones secretas y las llamadas se suceden al margen del núcleo duro que controlan los órganos del partido. El descontento acampa incluso en una parte de ATI, en La Palma, en El Hierro, en Lanzarote, en Fuerteventura y en una parte de la organización en Gran Canaria. Todos hablan, y no sólo entre ellos, sino con el resto de fuerzas nacionalistas. Apuntan en la misma dirección, una vez pasadas las elecciones generales, la inevitable crisis.
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