Insólita, políticamente incorrecta, democráticamente desconcertante, muy canaria y socarrona... así se puede calificar la legislatura que acaba de terminar. Los diputados se despidieron el miércoles con mucha euforia, fotos y chistes, pero atrás dejan cuatro años de intensos y correosos debates, además del sonoro fracaso de una oposición mayoritaria y el insólito triunfo de un gobierno en minoría. No cabe en los esquemas de lo oportuno en democracia que gobierne un partido en solitario, siendo la tercera fuerza política en votos en el Parlamento de Canarias y que fracase la oposición que representa a más del 80% de los canarios en ese hemiciclo.
Publicidad
La explicación tiene mucho que ver con la socarronería canaria, con el panchismo o repancho, la indolencia, el caciquismo y su juego de intereses del fragmentado círculo político de estas islas. Todos quieren participar en la distribución de la tarta y quien mejor reparte es CC, aunque se quede con la mejor tajada. Por eso es mejor «dejar hacer», antes de que se imponga una mayoría distinta que acabe con tantos años de laberínticos privilegios.
Fernando Clavijo entró en el Gobierno sin mucho futuro. Un hombre en el que ni los suyos creían, pero pronto aprendió la fórmula del éxito en Canarias: «A cada uno lo suyo». Ni los más convencidos de que la unidad del partido se sustenta en ideología y programa se han resistido a la reformulación del insularismo y el lobbismo que, en su nueva versión, obtienen muchos más beneficios. Los que tienen mucha más cabeza que la que impone la propaganda han sido marginados o se han alejado a un discreto segundo plano, como José Miguel Ruano, una de las mejores mentes del nacionalismo a la que el marketing le ha ganado la batalla.
Junto al reparto del dinero se inventó la fórmula de centrifugado de las competencias del Gobierno. Carreteras, empleo, licencias de obras... pasaron del control autonómico al de los cabildos y a los alcaldes. Clavijo terminó consagrado por los suyos y para otros partidos, que ven en el exconcejal lagunero el hechicero de la nueva política nacionalista, la que prescinde del nacionalismo como ideología y la convierte en simple reividicación de más dinero a Madrid. Ni el nuevo estatuto, que consagra el ideario nacionalista, les interesa como propaganda.
Si hay un triunfador mayor en esta legislatura ese es Fernando Clavijo y sin, duda, en segundo lugar, Casimiro Curbelo, que de socialista convencido pasó a cacique de La Gomera y a reinventor e impulso del neoinsularismo. Los gomeros, convertidos en la nueva jet-set canaria gracias a la lluvia de millones, también están contentos con su alcaide, ahora en primera división regional.
Publicidad
Tanto ha influido el neoisnularismo en la política de estos últimos cuatro años que los partidos bisagras han crecido como champiñones en todas las islas y ha reorganizado e impulsado a las viejas glorias. La situación ha llevado a la política canaria al estado previo a la constitución de las Agrupaciones Independientes de Canarias. El propio PSOE, a instancias de Casimiro Curbelo, ha extendido el modelo por varias islas y Coalición Canaria, sobre todo en Gran Canaria, ha impulsado alianzas con partidos-personas, que le garanticen capacidad para negociar allí donde logren entrar. Son más para repartir, pero también hay más dinero y al Gobierno le queda mucho por descentralizar y nuevas competencias que explotar.
Los grandes perdedores de la legislatura son, sin duda, los partidos de la oposición. ¿Cómo es posible que la representación de más del 80% de los canarios no haya podido con el poder del 17%? El PSOE hizo oposición desde dentro del Gobierno y terminó en la calle. Hubo un momento en el que confluyeron los intereses de todos en contra de Fernando Clavijo. Se habló, por primera vez, después de Jerónimo Saavedra, de una moción de censura, pero vino Ángel Víctor Torres y su apoyos insularistas para cerrar la ventana que se había abierto.
Publicidad
A partir de ahí cada uno se buscó la vida. El PP, muy crítico con CC, no quiso perder la silla del futuro, apalancado por José Manuel Soria, hombre de confianza del Gobierno de Clavijo, y ahí están esperando a ver que pasa. Román Rodríguez, el más activo de los políticos canarios, se dejó llevar por los cantos de sirena del propio Clavijo para un posible pacto nacionalista, y ahí está, esperando el devenir. El PSOE apoyó a Clavijo y ahí está, esperando la ola de Pedro Sánchez para quedarse con la presidencia, o en su caso, pactar con Clavijo y quedarse con la vicepresidencia, o, en su caso, con la izquierda, según se tercie.
A Podemos hay que honrarlo en esta batalla. Está en el mismo sitio, aunque con menos apoyos, pero también esperando. Y a quien hay que ponerle un monumento es a Carolina Darias, no por ser mujer, sino por el inmenso trabajo que ha desarrollado en el Parlamento, tratando de prestigiar una institución a la que sus miembros chotea con la política que hacen en ella.
Publicidad
Regístrate de forma gratuita
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.