Digamos que España se dividía ayer en dos bloques: los que estaban pendientes de la batalla electoral y los que aguardaban para ver el resultado de la otra gran contienda, la de los «buenos», que diría Iglesias, contra los muertos vivientes en Juego de Tronos. Tiene su miga la coincidencia, que merece haber sido escrita por un guionista de serie de HBO o Netflix.
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Tras una precampaña y una campaña en la que se jugó con el miedo, que no es otra cosa que la insistencia en el voto útil, el resultado es una España pluripartidista. Frente a quienes pensaban que el bipartidismo regresaba con fuerza, ahora lo que vemos es que a la pluralidad ya manifiesta en la pasada legislatura hay que añadir un nuevo invitado: Vox. Se trata, evidentemente, de un invitado que puede resultar incómodo pero cuya legitimidad para sentarse en el Congreso es la misma que la del resto de fuerzas. Como también lo fue la de Podemos al llegar al poder legislativo. Y la de ERC en su día. O la de Herri Batasuna reconvertida en Bildu -por cierto, que la subida de Bildu también merece un análisis-. Conviene recordar lo anterior porque en ocasiones se oyen algunas cosas que reflejan la falta de memoria histórica. Es más, si echamos la vista atrás y nos fijamos en la foto de las Cortes que hicieron posible la Transición, no cuesta mucho encontrar a personas que representaban no dos bandos antagónicos, sino dos trincheras desde las que literalmente se habían disparado unos a otros. Y los únicos disparos que hubo en aquel periodo en el Congreso fueron los de un puñado de guardias civiles al mando de Tejero. Insisto: relativicemos las cosas, o sea, balones al suelo.
Con el resultado en la mano, nadie le discute a Pedro Sánchez que será presidente. Su libro Manual de resistencia habrá que releerlo y seguro que habrá una próxima edición: Manuel para la victoria. ¿Pero con quién pactará? Esa es la gran pregunta. Doy por hecho que desde anoche las presiones de las grandes empresas sobre Albert Rivera para que se una a Sánchez son tremendas pero el líder de Ciudadanos tiene en la mano ser el núevo referente de la oposición, mientras que casarse con Sánchez puede pasarle un alto precio -el conocido abrazo del oso-. La otra opción de Sánchez es la de un pacto a varias bandas, con Podemos y los nacionalistas catalanes y vascos. Ya lo hizo y ya sabemos cómo acabó pero uno intuye que todos han aprendido la lección de aquella experiencia -que a los soberanistas, por cierto, les ha salido de perlas-.
En cuanto al nacionalismo canario, NC se borra al no haber confluido con CC y Oramas ya no estará sola. Coalición logra un segundo escaño muy meritorio. La política canaria, por tanto, queda en dos bloques: CC en Tenerife y el PSOE -y Podemos, ojo-. en toda Canarias. La batalla está servida. Como en Juego de Tronos.
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