La fiebre se apoderó otra vez, un año más, de una población consumista que no ha aprendido la lección. Las tiendas, zonas abiertas y centros comerciales se colman de clientes que febrilmente buscan productos, sobre todo electrodomésticos, ropa y juguetes, en las semanas más provechosas en las ventas por la conjunción de fechas importantes como el Black Friday, la Navidad, la celebración del fin de año o la llegada de los Reyes Magos en apenas unos días.

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Ni los años más oscuros de una crisis que no terminamos de superar parecen haber servido de lección a la ciudadanía. La gente se resiste a dar por terminados los inacabables paseos por los centros comerciales en busca de regalos con que demostrar su apego a los seres queridos, con Papá Noel y los Reyes Magos como mensajeros de turno. Y tras estos llegarán las rebajas más duras, que servirán para cambiar los regalos que no nos gustaron o ampliar nuestro fondo de armario con ropas que días atrás costaban el doble. Obsequios para uno mismo, significando su compra en no pocas ocasiones la metamorfosis en forma de perfume, abrigo, maquinita electrónica y otras prendas, los presentes que en forma de tique regalo o papel moneda nos dejaron en el sofá, en el calcetín, bajo la almohada o junto al árbol de Navidad sus Majestades de Oriente.

Esta fiebre consumista artificial es efímera y tardará lo que dura el turrón y los polvorones sobre la mesa. Provoca una falsa sensación de felicidad generalizada que esconde contratos basura y temporales en los comercios y locales de restauración, atascos monumentales en las ciudades por la mala planificación del tráfico y una gran sensación de frustración cuando se apaguen las luces del árbol y se desmonte el belén en apenas diez días. Además de deudas inasumibles en muchas ocasiones con consecuencias terribles para muchas familias que se dejaron arrastrar por el calendario y festividades.

Las asociaciones de consumidores y usuarios reanudan como cada año sus campañas de advertencias y recomendaciones al respecto, con las que se persigue orientar a los ciudadanos hacia una compra responsable. Se insiste en que ésta depende en gran medida de la actitud del cliente, al que se le sugiere que adquiera solo lo que necesite, sin dejarse llevar por el espíritu consumista de estas fechas o la sensación de ahorro que representan muchos de los productos rebajados. Antes de comprar, recuerde el lema: Yo no soy tonto.

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