Y no necesariamente por este orden. La expedición Ralons Gran Canaria elevó a Enhamed Enhamed hasta los casi seis mil metros del Kilimanjaro gracias a una barra direccional y unas simples claves para guiarlo en la montaña. Otros también consiguieron ascender el Kilimanjaro. Pero no por ello el logro de Enhamed Enhamed generó menos expectación en el camino hasta la cumbre tanzana. Su capacidad de trabajo y afán de superación sirvieron de nuevo para romper barreras. Así se lo hicieron saber felicitándole de forma efusiva muchos lugañeros y turistas en su camino y al regreso de la cima africana. Para el campeón paralímpico la ceguera no es un límite, es un condicionante más con el que ha aprendido a vivir sin que le frene o sea obstáculo en su rutina diaria.
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Por eso aceptó el reto de subir al punto más alto de África planteado por CANARIAS7 sin dudarlo. Hubo momentos de dudas durante el camino, incluso se le pasó por la cabeza, admite, abandonar en plena ascensión. Pero nunca fue por la ceguera.
El grupo de montañeros canario, encabezado por Javier Cruz, ideó un sistema para simplificar el viaje y guiar a Enhamed hasta la cima con una barra direccional y palabras claves que con las que se salvó el accidentado y mutante paisaje tanzano. La barra es un utensilio por el que uno o dos guías, como en este caso, dirigen a un deportista con deficiencia visual. Enhamed Enhamed se situaba en el centro de la barra, mientras dos guías sujetaban los extremos.
El primero describía el entorno al que se iba a enfrentar el invidente, mientras que el último le ratificaba el obstáculo a salvar al campeón paralímpico. Esto exige una gran compenetración y complicidad entre los tres, además un lenguaje sencillo y nítido para que Enhamed no sufriese en exceso los rigores del terreno y llegase a la cumbre como así sucedió.
Tres fueron las palabras claves en el ascenso primero del Meru y luego del Kilimanjaro: piedra, zanja y escalón. Los tres tics iban siendo descritos por el primer guía y el segundo los confirmaba cuando Enhamed se enfrentaba a ellos. Tanto en forma, posición, como en tamaño. Además, se especificaba el lugar, izquierda o derecha, por donde el deportista lo afrontaría.
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También se empleaban símiles para describir el terreno como Vegueta, para comparar el barrio capitalino con una zona empedrada, Triana, con un terreno estable y fácil de transitar, o Tenoya, en referencia al barranco, a la hora de abordar una zona con difícil orografía.
Los tres guías que se encargaron de conducir a Enhamed se intercambiaban cada media hora para garantizar, por un lado, que el cansancio no minase la concentración que requiere este ejercicio, y además, el desgaste físico que supone cargar con la barra y evitar con el agarre y su elevación, la caída del invidente en un momento adecuado. Fue un ejercicio de perfecta sincronización y que terminó por dar el resultado esperado. De esta forma tan gráfica, Enhamed consiguió tocar la cima del Meru, una montaña cambiante y con diferentes escenarios, y, superado el ensayo previo, luego el Kilimanjaro, el punto más alto del continente, logros que elevan el mérito de la expedición Ralons Gran Canaria días atrás en Tanzania. Un desafío que se cumplió con todas las de la ley.
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