La noche del ocho de febrero del presente año Brad Newley no podía dormir. El Herbalife Gran Canaria había eliminado al Bilbao Basket en los cuartos de final de la Copa del Rey, su gesta más importante hasta ese momento, y el alero australiano mostraba una exuberante felicidad que perturbaba su descanso. Cuenta en el club que aquello solo se arregló mandándolo a correr, tres vueltas alrededor del Hotel Lakua de Vitoria, con el termómetro peligrosamente llegando a cero grados. El frío no amedrentó a un jugador que reclama su espacio vital entre la esfera de ilustres del Gran Canaria.
Publicidad
Ese es Newley. Un jugador temperamental pero que siempre canaliza con nobleza sus emociones. Tal derroche de energía nunca ha sido acompañado de un mal gesto. Ayer fue padre de una niña, Beth Rosa horas antes del partido. Al parecer. la noche que había pasado su mujer, la también jugadora de baloncesto Brigid Bowley, había sido complicada. No se contaba con él, una ausencia que se hacía más importante cuando la rodilla de Ben Hansbrough fallaba porque la pista no había sido bien secada. Newley de repente apareció en el banquillo, faltaban 14 minutos para que acabara el partido y el Gran Canaria perdía por seis puntos (46-52). Cuando acabó, coronado precisamente con una canasta suya, ya había entrelazado mucha más fibra emocional de la que ya tiene con una afición que le venera y que le rogó que la pasada temporada renovara su compromiso con el club.
Regístrate de forma gratuita
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.