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Argumentos para una fidelidad

Cuestionado Lobera antes de la tregua que le han concedido dos triunfos lenitivos, el rendimiento de sus profesionales estaba depauperado. Momo, Vitolo o Nauzet Alemán eran subrayados como hombres en recesión, protagonistas mayestáticos de la confección del proyecto con un rendimiento lleno de sombras en los dos primeros meses de la temporada.

Lunes, 20 de julio 2020, 06:49

Momo ayer era expulsado y salía del campo reventado. Cabeza gacha, pero del esfuerzo y la indignación. Nauzet aparecía cerebral, lejos de esa imagen de jugador de mecha corta que muchas veces le delata. Vitolo implosionaba con el balón cosido a su diestra. Ellos, rodeados por un colectivo más acerado y arropando a su vez al infalible Thievy, sumaron en positivo para una Unión Deportiva que crece con lentitud.

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Miguel Ángel Ramírez funciona por códigos. En su percepción del vestuario, ha sido tradicionalmente dado a la imposición de líderes contra la naturaleza del colectivo. Le sucedió en su momento, cuando Márquez, Darino o Pindado se llenaron de galones. Dicen que para este año indicaba que «Momo y Nauzet deben ser los hombres fuertes del vestuario». Quienes los conocen saben que su talento no está asociado a esa personalidad magnética y enérgica de los líderes. Y hasta esta semana no habían aparecido como frente al Racing y el Sabadell.

Se desconoce si en esa ofrenda mancomunada de afecto a Sergio Lobera, alguno de estos futbolistas elevó la voz en la discreción de la caseta. Pero lo que es un hecho constatado es que en el campo han decidido dar un paso adelante. Asumiendo responsabilidades, siempre han querido blindar la continuidad del modelo futbolístico desde el contacto con el esférico.

El abrazo a Lobera es ahora tangible, palpable. Se fundamenta en los hechos, en las victorias y en el sacrificio. Ya no se rodean los hombros del entrenador solo con agasajos y parabienes, ahora se le mancha en el festejo con el sudor del esfuerzo.

Vitolo ayer era relevado y en su tránsito hacia el refugio del banquillo cayeron los aplausos. Ni rastro de insidia en una afición que había confundido su deseo de mudarse al Real Madrid, donde le esperaban cifras que rara vez igualará la Unión Deportiva, en dejación. Al extremo de La Vega de San José nadie podrá reprocharle su dedicación al proyecto. Nunca lo hizo quien lo fiscalizaba cada día, Sergio Lobera, a pesar de que el siete proclamara alguna vez su tristeza.

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Hoy en Las Palmas sale el sol, que diría el Eterno Preciado. Ha crecido el compromiso y la autoestima, por más que las tinieblas del descenso sean el contexto real del equipo.

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