
García Marina no es un joven poeta que diga cosas de joven poeta sobre drogas y depresión, o sobre cuerpos feos y sexo, o sobre generaciones y aspiraciones truncadas y bla bla bla. Lo genial es que García Marina habla de todas esas cosas sin mencionarlas, y también habla de política y de cuidados, y de amor y necesidad, y de levantar las armas y disparar contra el cielo-podio de los poetas crueles». Con estas palabras, su colega Luna Miguel invita a saltarse el prólogo de Aureus y sumergirse en la obra del autor afincado en Gran Canaria desde su infancia.
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Desde el índice, Rodrigo García Marina (Madrid, 1996) plantea su obra como una broma llena de ironía, en la que las palabras se descomponen para adoptar nuevas formas y significados. El escritor usa el lenguaje como si se tratara de un divertido juego de mecano con el que hablar de su cotidianidad, de la vida en tierra ajena, del mestizaje cultural, del amor o del nihilismo de una generación que observa perpleja los vacíos y fracasos heredados.
A sus 21 años, su poesía destila el peso aplastante de veinte siglos de conocimiento accesibles a un golpe de ratón. Quizá esta razonable angustia sea uno de los rasgos de este poeta que, con su obra Aureus, ha logrado hacerse con la primera edición del Premio de Poesía Irreconciliables, un certamen convocado en el marco del VI Festival de Internacional de Poesía de Málaga en el que participaron 234 trabajos de autores menores de 35 años.
«Aureus fue escrito muy rápidamente, en un periodo de tiempo muy corto que pasé en la Universidad de Heildeberg. Tiene dos significados: por un lado, es una broma lingüística donde las palabras y las figuras literarias se manipulan para producir risa y, por otro, es una celebración de lo que estábamos viviendo», explica García Marina que en aquella ciudad alemana adoptó una posición de observador ante jóvenes de otras culturas. «Celebraban que habían acabado con represiones políticas, sexuales, religiosas y del capitalismo voraz de sus países de origen. Estaban en un momento de celebración», comenta sobre un libro que tituló Aureus en alusión a la ambivalencia de esta palabra que designa lo dorado y que también da nombre a un estafilococo. «Puede evocar lo infecto y también es un punto en común para distintas lenguas. Demuestra que culturas como la turca, la árabe y la alemana pueden encontrarse y, a la vez, son distintas», abunda al respecto.
García Marina se define como un lector empedernido más que como escritor. Entre los autores que más le han marcado cita a Tristan Tzara, Paul Celan, Berta García Faet o Luis Magrinya. «Me interesa todo lo que significó el movimiento dadaísta como concepto histórico, aunque tenemos que crear y producir desde el presente», dice el poeta que actualmente estudia cuarto curso de Medicina, tras acabar sus estudios de Viola en el Conservatorio Profesional de Música de Las Palmas de Gran Canaria.
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