Eduardo Reguera / Las Palmas de Gran Canaria
Viernes, 17 de julio 2020, 04:37
Si un día sus pasos le llevan hasta la calle Reyes Católicos y no tiene prisa, desvíese por la calle Juan E. Doreste y verá una curiosidad. Bajando a mano izquierda, antes de llegar a la confluencia con Dolores de la Rocha, encontrará en el número 10 la que podría ser la casa más estrecha de la ciudad de Las Palmas.
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Su fachada tiene una anchura de 88 centímetros, y en ese espacio hay una puerta, un pedazo de pared, y una preciosa balaustrada modernista en lo alto con cuatro girasoles, que coincide en diseño con la de la casa de al lado. Nada más. Lo que hay detrás de esa puerta es todo un misterio, y prefiero no indagar para no romper el encanto y dejar volar a la imaginación.
No paso por esa calle sin detenerme unos instantes frente a esta casa de ínfimas proporciones para elaborar una nueva teoría más disparatada que la anterior. Parado frente a ella he llegado a imaginar que esa puerta conduce a un mundo de túneles y galerías que recorren el subsuelo de Vegueta, o que se trata de una puerta para viajar a otras épocas.
Una teoría más razonable, pero con menos encanto, es que ahí detrás hay una vivienda. Hoy pasé por esa calle y usando mi mano a modo de visera para que no me diera el sol, escudriñé la casa y empecé a pensar en su distribución diáfana e imposible; en un patio partiendo la casa en dos; y en una escalera de vértigo que conduce a una azotea donde nunca da el sol. Entonces me imaginé viviendo en esa franja de Vegueta flanqueada por mansiones, y en la mudanza comenzarían las complicaciones.
Mis libros ocuparían la mayor parte del espacio habitable y tendría que deshaceme de mi gabinete de curiosidades. El carro de mi máquina de escribir chocaría con los muros en cada salto de renglón, causando desperfectos en los cantos de las paredes vecinas. Y mi secreter de estilo Chippendale... He tomado medidas y sus patas de león apenas entran por la puerta, y si él no entra, yo tampoco.
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Descartada la compra del minúsculo inmueble salí del trance y continué mi camino. La próxima vez que pase por esa calle me detendré frente a la casa mínima y volveré a elaborar una nueva teoría, más delirante que todas las anteriores, de lo que se esconde tras su puerta. Le invito a hacer lo mismo.
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